A veces suele sobrar un poco de pan que no es consumido al momento y si sobra se seca y se endurece, en muchas ocasiones salvo si lo empleamos en alguna receta como sopa de pan, migas o tostadas de leche, lo desechamos, para que no te pase esto, aquí te dejamos unos tips para que puedas recuperarlo y disfrutarlo como si estuviera recién horneado.
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No hay que olvidar que el pan seco es solo eso, pan seco. Aunque cueste morderlo o se desmigue mucho cuando se rompe, no se ha puesto malo ni ha perdido ninguna de sus cualidades por lo que sigue siendo apto para el consumo.
El truco para recuperarlo no es nuevo, nuestros abuelos ya lo empleaban, aunque sus panes tenían una vida más larga que los actuales. Simplemente se trata de usar la humedad y el calor para que recupere su textura tierna y crujiente original.
Lo primero es precalentar el horno a 220-230 grados. Cuando haya alcanzado esa temperatura, llega el momento de humedecer o mojar el pan seco. Bien se introduce en una bandeja honda llena de agua durante unos segundos o directamente se moja debajo del agua de un grifo. Una vez empapado, no demasiado, se mete en el horno durante unos cinco minutos sobre una rejilla y a media altura con calor arriba y abajo. Enseguida recupera la corteza su crujiente natural y la miga quedará esponjosa.
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Durante ese tiempo en el horno no hay que perderlo de vista ya que también se tostará, cogerá más color. Para evitar este peligro, una posibilidad es meterlo envuelto en papel de aluminio. De esta forma, el vapor de agua quedará dentro de la envoltura dándole la esponjosidad que le falta, pero después hay que volver a meterlo una par de minutos más sin envoltura para que la corteza se endurezca.
Este pan hay que consumirlo en pocas horas ya que no tarda demasiado, en comparación con el pan fresco realmente recién hecho, en volver a endurecerse.
Si lo del horno resulta un tanto engorroso, o la cantidad de pan que queremos aprovechar no es mucha, podemos hacer lo mismo al vapor. En una olla de vapor, o en una normal a la que podamos acoplar una canastilla con o un colador grande, ponemos a hervir agua. Cuando llegue ebullición, apartar del fuego, poner el pan el la rejilla o en la canastilla y tapar. Así, el vapor se encarga de llevar el pan a su justo punto. Unos cinco minutos bastan, pero hay que ir probando. La corteza no quedará tan crujiente, pero estará rica.