El desfile de San Nicolás no ha cambiado desde hace dos siglos en el pueblo austriaco de Bad Mitterndorf, lo que le valió la prestigiosa clasificación de la UNESCO como patrimonio de la humanidad.

En él destacan patriarcas desaliñados, látigos que estallan en la noche nevada, y algunas más cosas de esta costumbre cristiana, “de las pocas conservadas en ese estilo”, según la UNESCO, que se realiza todos los 5 de diciembre desde el siglo XIX y pertenece al patrimonio mundial inmaterial.

 

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San Nicolás, celebrado en el mundo germánico desde hace siglos, es acompañado en esta localidad alpina de Estiria por decenas de personajes cornudos como salidos del infierno.

Los “Krampus” cubiertos de piel de oveja negra golpean a la muchedumbre para castigarlos por haber pecado, gritan de manera terrorífica y lucen horribles máscaras de madera esculpidas a mano. Además han ganado fama desde hace unos años a la fecha por su aparición en una cinta de terror ambientada en navidad.

Antes de ponerse los disfraces, los participantes interpretan música folklórica en una taberna y beben té para calentarse, con una buena copa de schnaps, aguardiente de pera destilada por granjeros del lugar.

“El más viejo de los espectáculos se da desde 1938”, dice con orgullo Alfred Speckmoser, de 54 años, uno de los organizadores de esta escenificación preparada desde el mes de octubre, denominada “Nikolospiel”, y que atrae a una muchedumbre cada vez mayor.

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