La decisión del presidente López Obrador de llevar las relaciones de Palacio Nacional con la embajada de Estados Unidos a una pausa, es apenas la punta de la hebra de un tejido enredado que se conoce como relaciones inéditas entre dos países fronterizos.
La revisión de las relaciones entre las dos naciones desde el Gobierno de Nixon hasta el de Biden muestra la existencia de una crisis permanente por razones obvias: el poderío de EU en el mundo necesita en su gigantesca frontera sur de un vecino estable y -no nos engañemos- subordinado a los intereses del imperio moderno más dominante del último siglo.
México y EU en sus relaciones diplomáticas han jugado al gato y al ratón: los gobiernos mexicanos del pasado se escondían del hermano mayor imperial y éste se quitaba muchos problemas de encima concediéndole al PRI la capacidad de autogestión de su estabilidad aunque a condición de no crear un conflicto que afectará a la seguridad nacional americana.
El Gobierno de López Obrador, mal que bien, se mantuvo en márgenes de maniobra con cierta capacidad de autonomía relativa, pero los problemas surgieron cuando en la Casa Blanca comenzaron a dar manotazos porque México no obedecía a los intereses superiores de Washington. Pero lo que pedía Palacio Nacional era muy simple: margen de maniobra al proyecto económico de Estado social que se derivaba de la Constitución de 1917.
Si se revisa bien la política exterior de López Obrador hacia Estados Unidos, en realidad nunca se percibió un intento de confrontación, sino tan sólo ese modelo más flexible de autonomía relativa en lo económico y en las relaciones exteriores que le convenían al enfoque del Presidente de México. Y ahí los mandatarios de EU comenzaron a privilegiar los “peros”.
Zona Zero
- A pesar del gravísimo problema que representa la delincuencia de las extorsiones y cobros de derechos de piso, las autoridades de seguridad municipales, estatales y federales no se han preocupado por establecer una estrategia de emergencia a la expansión de pequeñas bandas delictivas que, como la humedad, están apoderándose de espacios territoriales de la soberanía del Estado, con indicios evidentes de que estarían ya articulándose como protección a los grandes cárteles del crimen organizado. Un problema menor está ya siendo mayor.
(*) Centro de Estudios Económicos, Políticos y de Seguridad.
@carlosramirezh | FVC