El papa Francisco hizo historia al nombrar a Simona Brambilla, una monja italiana de 59 años, como prefecta del Dicasterio para la Vida Consagrada y las Sociedades de Vida Apostólica. Este "ministerio" de la Curia Romana supervisa órdenes y congregaciones religiosas, marcando un precedente significativo en los 2,000 años de historia de la Iglesia católica.
Brambilla, exsuperiora general de las Misioneras de la Consolata, ya desempeñaba funciones en este dicasterio como la número dos desde octubre de 2023.
Con una amplia experiencia como misionera en África y un doctorado en psicología, es reconocida como una figura moderada y conciliadora.
La polémica del doble nombramiento
Sin embargo, el anuncio del nombramiento vino acompañado de críticas. Junto a Brambilla, el papa designó al cardenal español Ángel Fernández Artime como "pro-prefecto". Según expertos vaticanistas, esto podría limitar el liderazgo de Brambilla, relegándola a un papel simbólico.
"Es un paso importante, pero el sistema patriarcal de la Iglesia aún pone trabas al liderazgo femenino", explicó Franca Giansoldati, analista vaticanista.
Asociaciones de defensoras de los derechos de las mujeres dentro de la Iglesia se han mostrado preocupadas por la posible centralización del poder en manos del cardenal.
Contexto: La lucha de las mujeres en la Iglesia
En 2024, las cifras del Vaticano revelaron que las mujeres representan el 23.4% de las funciones administrativas, un aumento respecto al 19.2% en 2013. Sin embargo, la ordenación sacerdotal sigue siendo una barrera insuperable, y los avances en roles de liderazgo son limitados.
Simona Brambilla se suma a una corta lista de mujeres en altos cargos del Vaticano, como Barbara Jatta, directora de los Museos Vaticanos, y sor Raffaella Petrini, secretaria general de la Gobernación.
A pesar de los avances, la última asamblea del Sínodo evidenció las reticencias hacia un mayor reconocimiento de las mujeres, sobre todo en sectores conservadores.
La ordenación femenina sigue siendo un tema pendiente, mientras la Iglesia enfrenta presiones por mayores cambios estructurales.
AFP