“La retirada de la estatua de los Montejo en Mérida, puede tener un impacto político y simbólico importante para los colectivos que promueven la defensa de la cultura maya, pero el acto por sí mismo no acabaría con el racismo y clasismo que se supone representa”, señaló el investigador titular del Centro Peninsular en Humanidades y Ciencias Sociales (CEPHCIS) de la UNAM, Enrique Rodríguez.
El pasado 11 de octubre, personas mayas y racializadas, junto con las organizaciones Racismo MX y Kanan Derechos Humanos, presentaron una petición ante el Ayuntamiento de Mérida para retirar el monumento a los Montejo, ubicado en el icónico Paseo de Montejo.
Las agrupaciones argumentan que dicha estatua representa un “símbolo de racismo y clasismo, al glorificar a los conquistadores que esclavizaron a los pueblos mayas”.
En la sesión de cabildo del municipio, realizada el martes 16 de octubre, el regidor de Morena, Diego Carrera Pérez, apoyó esta solicitud y prometió darle seguimiento.
En ese sentido, el investigador de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), insistió en que si bien retirar la estatua podría interpretarse como un gesto hacia el reconocimiento de algunos colectivos que buscan legitimarse étnica y políticamente, también deja de lado un pasado de intercambios culturales que no necesariamente surgen de la imposición de los conquistadores.
“A nivel urbanístico, las ciudades tienen narrativas que cuentan historias. El Paseo de Montejo empieza con la imagen de dos conquistadores, después, en medio de la avenida, hay un monumento a Justo Sierra O’ Reilly, seguido por el Monumento a la patria, para finalizar con una estatua de Gonzalo Guerrero, el llamado Padre del mestizaje”, explicó.
Es decir, a lo largo de esa avenida hay una narrativa histórica, que forma parte de nuestro pasado y presente, añadió.
Por otra parte, expuso que así como quitar el monumento a los Montejo abre posibilidades de diálogo con un grupo de actores sociales, al mismo tiempo, desde su perspectiva, sitúa en una paradoja a la totalidad de los grupos mayas que habitan la Península.
“En ese sentido, habría que preguntarle no solo a los grupos mayas yucatecos, sino también a los choles, tzeltales y tojolabales que desde hace décadas se han asentado en Yucatán ¿qué piensan de dichos monumentos?”, precisó
Por lo anterior, el impacto que tendría esta medida por sí sola es limitado y también abre la puerta a la división social, cuando lo que en realidad debería de buscarse, es la reconciliación.
“Es más importante impulsar procesos profundos de reconciliación, en donde la aplicación de mecanismos de justicia, impartición de la ley y del respeto a los derechos humanos, sea el eje que guíe la convivencia armónica en nuestras sociedades cada vez más plurales en donde los actos racistas puedan ser erradicados de forma más eficaz”, dijo.
Por ello, se debe de insistir en que retirar la estatua podría tener un efecto político importante para quienes demandan su retiro, pero definitivamente no puede considerarse que ese acto por si solo, pondrá fin al racismo y clasismo que se denuncia, finalizó.
Por Tomás Martín