FOTO: AFP

Una comunidad de indígenas de Panamá recibió del gobierno este miércoles las casas donde vivirán en tierra firme para abandonar, entre la nostalgia y la esperanza, su pequeña isla en peligro de ser devorada por el mar debido al cambio climático.

“Estoy emocionada. Las casas están bonitas, son chicas, pero muy confortables”, dice a la AFP Vidalma Yánez, de 57 años, frente al que será su nuevo hogar.

El gobierno panameño construyó la urbanización Nuevo Cartí, en la comarca indígena de Guna Yala, frente al Caribe, para reubicar a unos 1.200 habitantes de Cartí Sugdupu, minúscula isla amenazada con desaparecer bajo las aguas por el aumento del nivel del mar.

Indigenous Gunas walk carrying some belongings on arrival at their new home in Nuevo Carti, Guna Yala Comarca, on the Caribbean coast in mainland Panama, on May 29, 2024. – Panamanian authorities will hand over the keys to their new homes on the mainland to some 300 families from Gardi Sugdub, a small Caribbean island affected by rising sea levels, who will become Panama’s first climate-displaced persons. (Photo by MARTIN BERNETTI / AFP)

“La crisis climática que está viviendo el mundo (…) nos ha obligado aquí en Panamá a hacer el traslado de la isla a esta urbanización de alrededor de 300 casas”, dijo el presidente Laurentino Cortizo, al entregar las llaves a la primera de las familias beneficiadas.

Los moradores empezarán a mudarse del 3 al 6 de junio desde su isla, distante a unos 15 minutos en lancha. Son los primeros desplazados por el cambio climático en Panamá, según el gobierno.

Los indígenas han vivido hacinados y sin servicios básicos en Cartí Sugdupu, del tamaño de cinco campos de fútbol donde las casas tienen pisos de tierra, y paredes y techos de caña, madera y láminas de zinc.

Es una de las 365 islas del archipiélago de la comarca de Guna Yala, varias bajo riesgo de inundación. Las 49 habitadas están apenas a entre 50 cm y un metro sobre el nivel del mar.

“Hay otras islas” panameñas “que también están en un situación de vulnerabilidad”, advirtió Cortizo, tras responsabilizar a los países desarrollados por el calentamiento global.

Cortizo entregó personalmente un centenar de llaves, pero concluido el acto ya todas están en manos de sus nuevos propietarios, según el gobierno.

– Cambio de vida –

Nuevo Cartí (‘Isber Yala’, árbol de níspero en lengua indígena) fue construida con una inversión estatal de 12,2 millones de dólares, en un terreno de 14 hectáreas perteneciente a la comunidad que se traslada.

“La manera de vivir va a cambiar bastante, la gente en la isla está acostumbrada a una vida diferente”, asegura Yánez, ataviada con el colorido traje de la etnia guna.

En Cartí Sugdupu viven de la pesca, el turismo y la producción de yuca y plátano, que cultivan en la zona continental.

Lo que más les motiva es dejar el hacinamiento de la isla.

“Estoy emocionada, me gusta la casa, solo faltan las cosas para traer para acá”, afirma Marialis López, de 26 años.

Ella se trasladará a tierra firme con sus tres pequeños hijos y dos hermanos. Está ilusionada con decorar linda la casa y plantar “florecitas”.

“Me puede cambiar la vida aquí”, sostiene. “Allá en mi casa estamos juntos todos (hacinados)”, dice al explicar que su nueva vivienda tiene dos habitaciones.

Los isleños carecen en Cartí Sugdupu de agua potable y la mayoría no tiene luz eléctrica de manera continua. Los baños, cubículos en los embarcaderos donde unas tablas cruzadas de madera sobre el mar hacen las veces de inodoro, son comunales.

– Nostalgia por el mar –

En Nuevo Cartí, los indígenas vivirán en casas de 40,96 m2. Aunque pequeñas, disponen de dos habitaciones, sala, comedor, cocina, baño y lavandería, además de agua y luz eléctrica.

Pero cada vivienda tiene un terreno de 300 m2, útiles para sembrar.

“Va a ser un poco duro porque ya no tenemos el mar tan cerquita para ir a pescar, pero van a entrar diferentes ‘business’ (negocios)”, afirma Yánez.

Además, hay varias viviendas acondicionadas para personas con discapacidad e instalaciones relacionadas con la cultura de la etnia guna.

“Es un momento de alegría, (estoy) contento porque venimos a vivir acá a la barriada”, dice Anel Franklyn, de 33 años.

“Aquí tendríamos la luz 24 horas, tenemos el baño adentro, que es mucho mejor para nosotros, y agua potable”, añade.

Franklyn, que vivirá con su esposa y cinco hijos, asegura que se gana la vida acudiendo a tierra firme a trabajar en las plantaciones de plátano. Ahora no tendrá que depender de un cayuco (canoa) para trasladarse desde la isla.

Nostálgico dice que “allá es puro mar”. Pero de inmediato dice optimista: “Aquí es puro bosque donde los niños pueden correr y hacer más cosas”.

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© Agence France-Presse

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