Fotografía: Guillermo Castillo

El paisaje urbano de Mérida no únicamente es visual, también lo conforman los sonidos que desde la calle se producen ya sea de forma espontánea o bien deliberada. Los personajes que engalanan el Centro Histórico son variados, pero si hay comunes denominadores, personas que todos los días buscan el sustento para sus familias: Entre este grupo se encuentran los artistas urbanos, talentos que con sus habilidades se ganan una propina y poco a poco se van fusionando con el entorno.

Tal es el caso de Luis Felipe Martínez Zavala, mejor conocido como Félix Martínez -por su nombre artístico-, él toma su guitarra, su silla de ruedas y va por el pan diario, siempre acompañado de una gran sonrisa y sus ingeniosas coplas.

Félix Martínez tiene en total unos 42 años visitando la capital yucateca, ya sea por placer o trabajo, pero lleva 15 de residir en ella, él nació en el vecino estado de Campeche, en Candelaria para ser precisos, sin embargo, los caminos de la vida permitieron que se creciera en Nuevo Laredo, Tamaulipas, pasando algunas temporadas en Houston, Texas.

Sus estancias en Estados Unidos le permitieron ser bilingüe, habilidad que le da cierta ventaja sobre sus compañeros artistas urbanos que no lo son, ya que puede abordar con mayor facilidad al turista para ofrecerle sus servicios.

Su forma de aprender a tocar guitarra no fue obra de la casualidad, Félix es tercera generación de músicos, su padre lo fue al igual que su abuelo, al principio lo obligaron, no le gustaba incluso lo castigaban hasta que la nota saliera perfecta es por eso que se alejó, sin embargo, el paso de tiempo le mostraría que esa habilidad iba darle de comer a él y a su familia. 

En su travesía que no ha sido sencilla, eligió a Mérida por la calidad de sus personas, por su calidad de vida y porque ya había conocido la ciudad antes de decidir que iba ser su hogar e iba a desarrollar su música urbana en esta ciudad que deambula entre lo colonial, pero con un profundo arraigo a la cultura maya.

La resiliencia se puede definir como la capacidad de las personas para ser felices, pese a los momentos difíciles, de tribulación, Félix es un ejemplo de la palabra, ya que un 4 de abril de 1994 sufrió un accidente, el cual lo obligó a usar permanentemente una silla de ruedas para desplazarse; el artista urbano es independiente de ser necesario toma un autobús y se va a Puerto Progreso a probar suerte, sobre todo los días cuando bajan los cruceros, ya que es el mejor momento de captar la atención y las propinas del extranjero.

El está orgulloso de su arte, dice que vive de la gente en general, compartió que le basta un sombrero, un buen lugar, su guitarra para poder sacar el sustento para su familia nuclear, la cual al momento la conforman su esposa y su hijo Luis Abel de tan solo 7 años de edad.

“Mi familia vive de la gente, entonces lo que me corresponde es dar lo mejor de mi música, entre más me coopera la gente, más me emociono y la energía me sale de no sé dónde”, relató.

Félix su gran energía positiva, junto a su guitarra que fue su tabla de salvación en momentos muy oscuros, ahora representan un instrumento de creación, de felicidad, la cual es acompañada de la sabiduría del camino recorrido.

La calle comentó le ha dado sin fin de experiencias desde la persona que escucha sus melodías y no aporta hasta aquel ciudadano que una ocasión le dio 200 dólares de propina por una sola canción.

No se mete a las cantinas, prefiere utilizar un espacio público por pequeño que sea para cantar, recuerda constantemente a su hijo Luis Abel a quien le dedica su esfuerzo, sus energías, las ganas de llevar el sustento, un par de horas bastan si el público es el indicado, sonriente, con actitud positiva se va alejando con silla de ruedas, saluda a boleadores, guías de turistas, personas que como él son parte del paisaje visual y sonoro de la blanca Mérida.

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