Fotografía: AFP

Para no morir de hambre en Gaza, Abu Gibril mató a sus dos caballos de tiro, sin atreverse a decir a sus familiares y vecinos lo que les daba de comer.

“No tuve otra opción y maté a los caballos para alimentar a los niños”, dijo a la AFP este campesino palestino, de 60 años, refugiado en el gran campo de desplazados de Jabaliya, en el norte de la Franja.

La guerra se lo quitó todo. Desde que empezaron los combates en octubre, la contienda destruyó su casa y sus campos en Beit Hanun, en el extremo norte de la Franja de Gaza, y tuvieron que trasladarse al campo de Jabaliya, a varios kilómetros de distancia.

El de Jabaliya era, antes de la guerra, el mayor campamento de desplazados de la Franja de Gaza, con más de 100.000 personas hacinadas en 1,4 km2, según la ONU.

Desde entonces, sobreviven en una tienda de campaña que Gibril montó junto a una escuela antes administrada por la ONU y donde miles de otros desplazados se instalaron.

Lograron salvarse en los combates pero “ahora es el hambre quien se cobra vidas”, afirmó Gibril.

Según la ONU, 2,2 millones de personas, es decir la inmensa mayoría de la población del enclave, están amenazadas de hambruna en este territorio asediado por Israel.

Y esta grave escasez podría provocar una “explosión” de la mortalidad infantil en Gaza, donde uno de cada seis niños menores de dos años está gravemente desnutrido, advirtió Unicef esta semana.

La situación es especialmente alarmante en el norte, donde “el caos y la violencia” se cierne sobre el país, según el Programa Mundial de Alimentos (PMA), que suspendió la distribución de ayuda el martes debido a los combates y a las multitudes hambrientas que se precipitan sobre los camiones para saquearlos.

El sábado por la mañana, el Ministerio de Salud de Gaza, gobernado por el movimiento islamista Hamás, anunció que un niño de dos meses, Mahmud Fatuh, había muerto de desnutrición en el hospital Al Shifa de la Ciudad de Gaza, a menos de 10 km de Jabaliya.

“El hambre nos come desde dentro”

Un video difundido por los medios de comunicación cercanos a Hamás, en el que se aparece un bebé agonizante presentado como Mahmud Fatuh, circula por las redes sociales, pero de momento no se ha podido autentificar.

Según contó, Abu Gibril cocinó la carne de los dos caballos, le puso arroz, a falta de verduras, y la repartió entre su familia y algunos vecinos,  familiares y algunos vecinos. Varias decenas de personas pudieron comer, pero él no les dijo que era carne de caballo.

En general, en Gaza, nadie consume carne de caballo, un compañero fiel de los campesinos. Así, a parte de dos de sus familiares, “nadie sabe que en realidad comieron caballo”, comentó.

Desde el ataque de Hamás el 7 de octubre en suelo israelí, en el que murieron al menos 1.160 personas y que desató el conflicto, 29.606 palestinos murieron en la Franja, en su gran mayoría civiles, a causa de la ofensiva que Israel lanzó en represalia, según el Ministerio de Salud gazatí.

En Jabaliya, las mujeres y los niños hambrientos hacían fila el viernes frente a un punto de reparto de alimentos.

Los habitantes del campo, en tanto, se ven obligados a peinar los alrededores en busca de cualquier cosa comestible, aunque sea cebada, forraje, maíz podrido u hojas.

Hay veces que hasta mendigan. “No tenemos ni un séquel en casa. Vamos de puerta en puerta pero nadie nos da nada”, señaló una mujer.

El viernes, decenas de personas se reunieron en el campo de Jabaliya para denunciar su situación. Amer Abu Qamsan, uno de sus representantes, llamó a la comunidad internacional a “salvar” a los habitantes del norte de Gaza.

A su alrededor, los niños sostenían carteles que rezaban “Los bombardeos no nos mataron, pero el hambre se hace cargo” o “El hambre nos come desde dentro”.

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