Fotografía: Guillermo Castillo

Es el cierre del carnaval; y en Nunkiní, una comisaría de Calkiní, en Campeche, salen los osos: Hombres y mujeres que utilizan materiales como sacos de henequén para confeccionar trajes o máscaras que evocan a mamíferos terrestres que no existen en la región maya y dan una estampa única en la península yucateca. La creatividad reemplaza los magnos eventos y los carros alegóricos.

No es fácil encontrar a los osos antes de la puesta de sol, hay que “cazarlos“, se dispersan en las calles del pueblo, no hay manera de verlos hacer la transmutación de pobladores a osos, ellos y ellas salen ya ataviados.

Las prendas no son nada lujosas, pero si tienen mucho ingenio, atemorizan a sus vecinos. Van en pares, la parte salvaje como en antaño lleva un domador que cada cuanto le propina un par de golpes, al final, dicen es como una bestia que necesita ser dominada.

Don José Kantún confecciona los disfraces de los osos, este año tiene un costo de 120 pesos tener un traje a la medida, es otro precio para quien será el domador, sin embargo, las ganas siguen y se ven personas ataviadas de esos animales de los diferentes puntos cardinales del municipio.

No es claro el origen de esta tradición muy única en toda la Península de Yucatán, los originarios dicen que existen dos posibles hipótesis del génesis, por una parte aquella que afirma que todo viene de la época más prolífera del henequén a principios del siglo pasado, cuando los terratenientes y hacendados maltrataban a su personal, surgiendo el movimiento a modo de parodia, otra la que es la más aceptada propone que en realidad se remonta a épocas de la Guerra de Castas, cuando los Acereto, familia de apellidos de renombre, llevaban a las comunidades circos con animales que la comunidad nunca había visto, en este caso osos, los cuales invariablemente estaban acompañados de su domador, situación que se representa en el carnaval.

En el entendido de que esta tradición es única en su género los pobladores se sienten orgullosos de la manera tan singular en que celebran su carnaval, incluso dicen que se divierten sin la necesidad de tener eventos masivos o fastuosos carros alegóricos, la cita es para que el centro del pueblo se vuelva un punto de coincidencia y mediación, pero no es fácil, el pueblo desde antaño se divide en norte contra sur, pero en estos tiempos hay tregua.

Todos están de fiesta, la cumbia suena en cada esquina del pueblo y no es solo por los osos a la celebración le precede la pintadera es uso y costumbre tal vez igual de añeja que en las calles infancias, juventudes y adultos se avienten pintura parte de la dinámica local.

Es un juego en el cual si no estás vestido de oso terminas pintado, eso no importa si eres propio o extraño, si te encuentras en el lugar indicado, el momento propicio los patrones multicolor acompañarán cabello y ropa.

La fiesta continuará hasta el amanecer. La comunidad asegura que no necesitan de un artista de gran renombre, les basta un tecladista del pueblo que ponga el ritmo, las ganas las dan ellos y ellas que esperan su próxima fiesta, la del Señor del Fuego que será en abril.

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