Fotografía: Guillermo Castillo

A unos 150 metros de la puerta principal del mercado Lucas de Gálvez se encuentra un modesto, pero colorido establecimiento que vende artesanías: “La Ranita feliz”. En su inventario de creaciones cuentan con juguetes tradicionales, trompos, yoyos, baleros, tablitas mágicas y coches de madera que son parte de una tradición en peligro de desaparecer, ya que pareciera que únicamente quienes aprecian estos objetos multicolores son los extranjeros.

Son los cruces de las calles 65 con 50 y 54 del Centro Histórico de la ciudad de Mérida, como todos los días el paso de las personas en constante, el Lucas de Gálvez siempre atrae marchantes de todo Mérida, pero otra buena parte es del interior del estado. A unos metros La Ranita Feliz.

Elena y Ángel son dos empleados del lugar que pertenecen a la misma generación, están en el final de sus 50 años, casi llegando a los 60, son de Yucatán, A ellos les tocó jugar con los trompos, yoyos y hacer suertes con el balero con el riesgo de aplastarse un dedo en el intento; orgullos del momento que les tocó vivir con juguetes hechos por manos de yucatecos.

Ángel da un panorama un poco alentador: Dice que, si bien muchos extranjeros se ven atraídos por los juguetes tradicionales a razón de ser artesanías únicas, irrepetibles, multicolores que no son ensamblada en serie; también van padres o madres de familia que quieren dejar un legado lúdico más allá de los celulares inteligentes o las tabletas.

Elena menciona que los juguetes que venden son hechos de madera por manos yucatecas y que la mejor época del año para colocar estas creaciones por el cliente local es en Hanal Pixán, en el entendido de que se ponen estos elementos como parte de las ofrendas para los niños difuntos, ya que de acuerdo con la creencia de también ellos regresan para comer, pero también para jugar y convivir con los seres queridos que les sobrevivieron.

Para la Elena los juguetes si bien tiene esa función de ser un objeto para que las infancias puedan utilizarlos en su día a día y la motivación principal para los clientes locales para comprarlos; para el extranjero es un elemento decorativo, ya que tiene a favor una gama de colores que eventualmente terminará en una sala de estar de algún país lejano.

Celebraron que, pese al boom de productos pirata procedentes de China, estas opciones no son rivales para los juguetes artesanales, basta con comparar un trompo de plástico a otro tradicional de madera sólida; lo mismo pasa con los yoyos, resorteras o baleros.

Esta puede ser una opción diferente ahora que se acerca el Día de la Niñez los precios van desde los 30, 60, 70 y hasta los 100 pesos. Ángel y Elena piensan que son creaciones y tradiciones que no deben de quedar en el olvido, ellos mismos desde su posibilidad aseguran que han dejado en hijos y nietos esa inquietud por conocer estos juegos, así como el espacio de coincidencia, así como convivencia con los demás que no lo crean los aparatos tecnológico o videojuegos.

Leave a comment

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *