Libros, documentos, obras de arte. El legado cultural del poeta mexicano Octavio Paz, Premio Nobel de Literatura en 1990, empieza a salir a luz 25 años después de su muerte.
“La Perulera”, una casona del siglo XVII que perteneció a una familia peruana y fue hogar de Paz y su segunda esposa, la artista plástica francesa Marie José Tramini, resguarda el patrimonio del influyente intelectual en un barrio popular de Ciudad de México.
La casa-museo, que se inauguró el pasado 31 de marzo, albergará miles de ejemplares de la biblioteca del Nobel, que falleció el 19 de abril de 1998, así como 476 obras de arte, artículos personales y documentos.
Pero no todo el acervo está ya en exhibición. Aumentará gradualmente conforme se agoten las etapas de un proceso legal sobre la administración de los bienes que quedaron en poder de Tramini, quien falleció en 2018 sin dejar testamento.
“Este legado va a ser exhibido al público de acuerdo a como vayan las etapas legales”, explicó a la AFP Leticia Luna, directora del museo Casa Marie José y Octavio Paz.
Tras el deceso de Tramini, un grupo de intelectuales encabezados por la escritora Elena Poniatowska pidió declarar patrimonio nacional el legado del Nobel.“En 2019 hay una declaratoria de monumento artístico del legado de Octavio Paz”, añade Luna al explicar que la adjudicación de bienes al estado mexicano continúa.
El museo, ubicado en el noroeste de la capital, arranca con siete salas: cinco exhiben el mobiliario y posesiones de la pareja y dos, los objetos del estudio de Tramini.
Amor a México
Paz, nacido el 31 de marzo de 1914, fue un ensayista, poeta, traductor y diplomático que publicó más de 60 libros desde “Luna silvestre” (1933) hasta la póstuma “Memorias y palabras” (1999). Su obra ha sido traducida a más de 30 idiomas.
Su obra cumbre es “El laberinto de la soledad” (1950), en la que hurga en la raíz del mexicano, su psicología, sus valores morales, su cultura, todo marcado por el mestizaje.
Poniatowska, escritora mexicana de origen polaco nacida en París, tuvo desde que era una veinteañera una estrecha amistad con Paz, quien era invitado regular de su familia pues había vivido en una casa de su tío en Francia.
Él ya era un escritor consagrado y ella una suerte de pupila. Le recomendaba leer distintos libros para luego analizarlos, pero su trabajo de reportera le dejaba poco tiempo para la lectura.
“Provocaba amor y simpatía muy grande (…). Le gustaba mucho conversar, discutir y era un maestro nato, extraordinario”, dijo Poniatowska a la AFP.
La obra del Nobel “está vigente en sus grandes libros, en el ‘Laberinto de la soledad’, en su poesía que nos engrandece, en su amor a México que resalta, sobresale, se ve en su poesía”, dice la escritora, premio Cervantes de Literatura 2013.
Pero también tuvieron diferencias: le reprochaba a Poniatowska sus posiciones de izquierda. “No me interesan”, respondió con franqueza la escritora al ser interrogada sobre las tendencias políticas de Paz.
Polémica
El escritor en su juventud comulgó con el liberalismo y el marxismo, pero después condenó a los regímenes socialistas, desatando una ola de críticas.
En 1968 renunció a su cargo de embajador en India tras la masacre de estudiantes en la Plaza de Tlatelolco, en Ciudad de México, pero años después investigaciones periodísticas revelaron que nunca dejó el cuerpo diplomático y que habría seguido cobrando su sueldo.
En 1990, durante un programa en la cadena Televisa encabezado por el mexicano, el peruano y futuro Nobel de Literatura Mario Vargas Llosa tachó a México, gobernado hasta 2000 por un régimen de partido único, de “dictadura perfecta”.
Según las crónicas, terminado el programa, Paz saltó para reclamar que tal afirmación era “inexacta”. El peruano optó por retirarse.
“No le gustó que dijera eso. Pero lo admiraba, le parecía que era un notable novelista y le gustaba su trayectoria”, aseguró Poniatowska.
No hubo rencores de parte de Vargas Llosa, quien en 2014, al conmemorarse los 100 años del natalicio de Paz, lo describió como “una de las grandes figuras de nuestra época”.