por Miriam Castillo
En Michoacán se han hecho muchos intentos. Se han hecho intentos de pacificación, se han hecho intentos de controlar la violencia con más grupos armados.
A lo largo de la historia de ese estado se han hecho muchos intentos para controlar la violencia. Se intentó con diferentes gobiernos. Se intentó con el PRI, se intentó con el PAN, se intentó con el PRD, con Morena.
Se han hecho intentos de controlar los grupos del crimen organizado a través de un minigobierno que desplazó a todos los otros poderes de otro gobierno como fue el caso de Alfredo Castillo.
Incluso se hizo el intento de un gobierno desde un lugar donde no hubiera partidos, como fue el intento de Carlos Manzo y el que llamó el “movimiento del sombrero”, después de desmarcarse de Morena.
El problema con los intentos es que cuando fracasan casi volvemos al mismo punto desde donde empezamos pero con la diferencia que ya se gastó algo. Se gastó la paciencia, se gastó la esperanza y en el camino se perdieron vidas.
Lo único que ganamos es un poco de experiencia, a fuerza de repetir y de volver a ver errores y determinar que algunos no se pueden volver a cometer nunca.
Creo que en el caso del asesinato del presidente municipal de Uruapan, Carlos Manzo, la lección es que debería haber un castigo.
Porque el mensaje de los asesinos fue muy claro. Quien hablara, quien lograra señalar con un dedo iba a ser blanco de un ataque. Por eso el gobierno, para que podamos llamarlo así, tiene que encontrar un camino para que los hechos no se repitan con otro.
Por eso la captura de uno de los actores que participó en el asesinato de Carlos Manzo es importante. El problema es que dejó muchas preguntas.
Todavía no sabemos cuál fue el motivo de que dispararan contra él. No tenemos claro el por qué la instrucción a través de mensajes era que no había otra opción. Tenían que disparar y no importaba si su hijo estaba en brazos.
Tenemos que saber por qué lo intentaron dos veces y por qué había una prisa desenfrenada que se leía en los mensajes.
Tres de los involucrados en el asesinato, tres jóvenes que no llegaban a los veintes, fueron silenciados. La poca posibilidad de que se tengan respuestas porque los sicarios están muertos nos debería llevar a hacernos todavía más preguntas.
Las autoridades utilizaron el término “autor intelectual” aunque en el desglose de los hechos, Jorge Armando N. solamente coordinaba a los atacantes.
Y aquí la duda genuina: ¿será que no basta con que el asesinato no quede impune? Sino que lo que se castigue sea el sistema que alimentó y permitió que se llevara a cabo.
Sin intención de sonar insensible, lo que se detectó es una célula ligada con el Cártel Jalisco Nueva Generación, pero suena a que como se deshacen esas células se crean otras tantas. Porque el crimen de fondo que hay en el estado todavía no se castiga. Seguimos en el intento.

