por Miriam Castillo
Si algo caracterizó el movimiento de la izquierda fue su profunda y efectiva capacidad de trasladar las peticiones ciudadanas a la calle, a la manifestación y a la protesta.
Salvo algunas movilizaciones que tenían que ver con la seguridad, la mayoría de las marchas fueron capitalizadas por los partidos que entonces eran de oposición, el PRD y Morena en sus inicios, o los movimientos de trabajadores y estudiantes.
Los móviles principales fueron las reformas sociales o políticas (o una franca oposición a ellas), exigencia de derechos como fue en su momento la pelea por el derecho a decidir, movimientos a favor de la vivienda o las marchas del magisterio o los productores que en diversas ocasiones conformaron el mayor músculo de movilización.
Las marchas conformaron buena parte del capital político y la construcción de la plataforma del movimiento que domina políticamente ahora; escuchar y acompañar las protestas y peticiones de la población que llegaba al hartazgo y a las calles.
A lo que quiero llegar es que nadie como ellos para conocer y aquilatar el valor y la importancia de la movilización popular y lo que significa un grupo marchando en las calles.
Por eso salta la reacción del gobierno primero a la convocatoria y después a los preparativos de la marcha. El primer impulso de las autoridades fue descalificar la convocatoria de los jóvenes. La presidenta Claudia Sheinbaum expresó sus dudas concretas durante la conferencia de la mañana, mientras que legisladores de Morena se apresuraron a descalificar todo lo que tenía que ver con la movilización.
Después hubo una reacción sorprendente de amurallar el primer cuadro. El miércoles por la tarde, varios días antes de la fecha de convocatoria de la marcha, las fachadas de prácticamente todos los edificios del primer cuadro estaban cubiertas.
Difícilmente se entiende una posibilidad de escucha y de diálogo por parte de las autoridades para quienes van a marchar, identificados bajo la bandera de la generación Z, y que una de sus peticiones es ser vistos y tomados en cuenta.
Ahora, también admito que no podemos ser ingenuos y dejar de lado que efectivamente, por algunos frentes la marcha ha sido tomada en parte por grupos políticos. Pero eso no es una novedad y no necesariamente descalifica por completo la intención.
Si bien siempre hay segundos mensajes en las movilizaciones, un error garrafal del gobierno sería desdeñar las quejas ciudadanas que lograron sacar a un grupo de jóvenes a protestar.
Por eso creo que es importante saber quiénes y por qué se manifiestan. Y aquí viene la duda genuina: ¿por qué no, en medio de todas las vallas se abre una puerta para escuchar?
Porque no tengo claro que sepamos cuáles son las demandas, cuáles son los motivos por los que bajo la bandera de una generación, hay quienes necesitan salir a la calle.
Quizá para cambiar un poco la costumbre, paramos un poco la dinámica de urgencia y ponemos atención en lo que los jóvenes tienen que decir.

