El naranja intenso del cempasúchil ya empieza a asomar entre los rincones de Mérida. A poco más de diez días del Día de Muertos, las calles, los mercados y las florerías se llenan de vida para recibir a quienes, según la tradición, regresan del más allá a visitar a sus seres queridos.
Aunque el cempasúchil no es una flor originaria del Mayab, ha echado raíces profundas en la tierra yucateca, conviviendo con especies locales como el amor seco, de tonos púrpura, y el abanico, con sus pétalos rojos que se abren como fuego. En cada puesto, estas flores se entrelazan como un puente entre las costumbres del centro del país y las tradiciones mayas que dan identidad a la región.
Mercados y precios en movimiento
En el mercado Lucas de Gálvez, las macetas pequeñas de cempasúchil se venden en 60 pesos, las medianas en 80, y los ramos cortados en el mismo precio. El amor seco y el abanico, por su parte, se ofrecen entre 25 y 30 pesos el atado.
“Apenas está empezando la temporada, pero ya se ve movimiento. Conforme se acerca el Día de Muertos, esto se llena”, comenta Doña Mariela Uicab, comerciante con más de veinte años en el mercado, mientras acomoda con cuidado las flores sobre una mesa de madera.
Más al norte de la ciudad, en la colonia Chuburná de Hidalgo, los precios cambian. En una florería establecida, la maceta mediana de cempasúchil cuesta 120 pesos, unos 40 más que en el centro. Sin embargo, a un costado del mercado de la zona, los precios se mantienen similares.
Entre flores, memoria y tradición
“Es normal que suba un poco, todo viene de fuera. Pero la gente igual compra, porque no hay altar sin su flor de muerto”, explica Don Francisco Pech, otro comerciante que cada año se prepara para estas fechas.
Entre los clientes, el ánimo es de nostalgia y tradición. Claudia Gómez, quien cada año arma un altar para sus abuelos, confiesa que busca siempre las flores más frescas: “El olor del cempasúchil me recuerda mi infancia en Michoacán. Ahora mis hijos me ayudan a poner las velas y las flores; es una manera de enseñarles a no olvidar”.
Flores que iluminan el recuerdo
Mientras tanto, el ir y venir de la gente anticipa lo que está por llegar: días de colores, aromas y memorias. Los comerciantes esperan que las ventas repunten en los próximos días, especialmente en los puestos cercanos a escuelas y cementerios. “Es una fecha bonita. Vendemos, sí, pero también recordamos a los nuestros”, dice Doña Mariela, con una sonrisa que mezcla cansancio y gratitud.
Así, Mérida comienza a vestirse de flores. En los altares, el naranja, el rojo y el púrpura no solo adornan: iluminan el camino del recuerdo, el que cada noviembre une a los vivos y los muertos en una misma celebración.