La acelerada expansión urbana que vive Yucatán es consecuencia directa de la falta de regulación efectiva y del crecimiento desmedido de fraccionamientos cerrados en la periferia de Mérida y otros municipios, advirtió el urbanista Juan Carlos Rojo Carrascal, al analizar los resultados del diagnóstico “Desarrollo Urbano Territorial para los Asentamientos Humanos Sostenibles” del Instituto de Movilidad y Desarrollo Urbano Territorial (Imdut).

Ausencia de reglas y daño a ecosistemas

El especialista explicó que el fenómeno obedece a una ausencia de instrumentos normativos estrictos que delimiten la expansión de las ciudades y promuevan un modelo de desarrollo compacto y ordenado.

“El problema es que no hay reglas claras ni una aplicación rigurosa de las existentes. Hacen falta planes municipales de desarrollo urbano con artículos específicos que impidan la urbanización sobre ecosistemas frágiles. Incluso las áreas de reserva están siendo dañadas”, lamentó Rojo Carrascal.

Recordó que el crecimiento periférico no solo destruye ecosistemas, sino que altera la funcionalidad de las ciudades: “estos fraccionamientos cerrados generan más congestionamiento, más movilidad motorizada y, en consecuencia, más contaminación. Terminan afectando tanto al territorio natural como a la ciudad”.

Conciencia social y responsabilidad ciudadana

Consideró que el problema no se limita al marco legal, sino que también requiere concientización social. “El ciudadano también tiene responsabilidad. Muchas personas compran vivienda en la periferia pensando que vivirán más cómodos o seguros, pero esa decisión tiene un costo ambiental y urbano enorme”, señaló.

La zona metropolitana de Mérida, sobre todo el norponiente, y municipios del oriente del estado, concentran el crecimiento inmobiliario, principalmente en el segmento residencial, donde se ubica 95% de la nueva vivienda, según datos de la Canadevi.

El reto del suelo ocioso y el modelo compacto

El urbanista reconoció que Mérida es el único municipio del estado que ha empezado a aplicar políticas para aprovechar terrenos vacíos dentro de su zona urbana, aunque todavía de manera insuficiente.

“Mérida está sufriendo las consecuencias del crecimiento sin control: congestionamiento vial y expansión desmedida. Pero los instrumentos para aprovechar el suelo ocioso aún no se perciben con claridad. El centro y las zonas consolidadas siguen vaciándose mientras la gente se muda cada vez más lejos”, señaló.

Rojo propuso crear incentivos fiscales para fomentar la construcción de vivienda en las zonas centrales y promover un modelo de compactación moderada: “no se trata de llenar la ciudad con torres de 10 o 15 pisos, sino de fomentar edificios de tres a cinco niveles, con servicios integrados y una altura controlada”.

Beneficios de una ciudad que crece hacia adentro

El modelo de ciudad compacta, aseguró, no solo es viable en Yucatán, sino urgente. “Una ciudad que crece hacia adentro ahorra costos en infraestructura y servicios; menos gasto en carreteras, energía, agua o drenaje. Además, es más fácil de cuidar y administrar”.

La densificación urbana también favorece la movilidad sustentable, pues reduce la dependencia del automóvil y facilita el uso de transporte público, bicicleta o caminatas. “Cuando la gente vive más cerca de su trabajo, de las escuelas y de los servicios, se evitan los congestionamientos que hoy vemos en las salidas del periférico”, añadió.

Especulación inmobiliaria y riesgo ambiental

El especialista advirtió que alcanzar ese modelo requerirá una “cirugía mayor” para Mérida, que contemple la modernización de sus redes de drenaje, energía y agua. “La compactación puede ser costosa, pero no más que seguir expandiendo la ciudad. Además, evitaría la deforestación y el aumento de fenómenos como el calor extremo, las lluvias torrenciales o las inundaciones”, indicó.

Finalmente, alertó sobre un factor adicional que ha acelerado el deterioro territorial: la especulación inmobiliaria.

“Yucatán se ha vendido a nivel nacional como un lugar seguro y atractivo para invertir. Eso ha disparado la compra y venta de terrenos por parte de inversionistas del interior del país e incluso del extranjero. Pero esta fiebre inmobiliaria ha ido demasiado lejos, y hoy es una de las causas del problema ambiental y urbano que estamos viviendo”, dijo.

Infraestructura rebasada por el auge inmobiliario

Por su parte, María Elena Torres Pérez, especialista en habitabilidad urbana arquitectónica e investigadora del Centro Regional Hideyo Noguchi, aseguró que la bonanza inmobiliaria que experimenta Mérida ha traído consigo un crecimiento desmedido que pone en jaque el acceso a servicios públicos básicos.

Torres Pérez señaló que la proliferación de grandes desarrollos ha generado una demanda de servicios públicos que la infraestructura actual no puede satisfacer. Consideró que la falta de planeación urbana es el principal origen del problema, ya que esta determina los tiempos y la calidad en la dotación de infraestructura y servicios básicos.