Luego de una intensa actividad en la península de Yucatán donde asistí al Foro La Ciudad que Soñamos —a propósito del día sin auto— en atención a la invitación que me hicieron el Laboratorio Urbano de la Universidad Modelo, el IMDUT de Yucatán y el Cinvestav, estas son mis reflexiones al respecto:

Las ciudades tienen sus límites físico-territoriales y muchas de ellas están sufriendo las consecuencias de rebasarlos como la ciudad de México, Guadalajara o Monterrey. La capacidad de extensión de las ciudades va de la mano con el desarrollo de la infraestructura para la movilidad urbana. Multiplicar los desplazamientos urbanos en bicicleta —o peatonales— hacen que las personas reconsideren el tiempo y la distancia de los recorridos, así como la importancia de la cercanía de los lugares. Por ello, promover la movilidad no motora es la mejor estrategia para contener la expansión de las ciudades.

Si partimos del hecho de que la movilidad implica resolver las necesidades de desplazamiento de la gente —no de los automóviles— bajo un esquema de accesibilidad, proximidad, seguridad, salud, comodidad y eficiencia; podemos deducir que la movilidad se orienta más a conseguir ciudad y ciudadanía que a construir calles, puentes y túneles. La meta no es cómo hacer llegar a la gente a aquellos lugares —que cada vez son más lejanos e inaccesibles— sino cómo hacer que aquellos lugares sean cada vez más, estén cada vez más cerca y sean cada vez más accesibles sin tener que depender de un automóvil. 

Aquellos lugares a los que me refiero son los que ofrecen empleo, educación, salud, abasto, recreación, cultura y ocio; principalmente.

El escenario de las ciudades del futuro son lugares donde la gente camine y use más la bicicleta mientras prescinda cada vez más del automóvil. Es decir, ciudades que reconstruyen el espacio público a favor de la salud de la ciudadanía como prioridad. No será fácil implementarlas después de tantas décadas construyendo urbes casi exclusivas para los automóviles. Aunque imposible, no lo es.

León Krier, uno de los arquitectos urbanistas más influyentes en los últimos años y recientemente fallecido, afirmaba que el primer objetivo del urbanismo ecológico debe ser reducir significativamente el número de kilómetros recorridos al día por cada persona entre puesto de trabajo, hogar, escuela, tiendas y actividades de ocio. Hacía referencia a la analogía del crecimiento de las ciudades igual que a la madurez que ha alcanzado un individuo: una ciudad “madura” —dijo Krier— no puede hacerse aún más grande, dispersarse ni crecer sin perder su idiosincrasia y definía al barrio urbano autónomo como la unidad elemental fundacional de una ciudad policéntrica; es una auténtica ciudad dentro de la ciudad.

Lo anterior implica, para los modelos de ciudades medias mexicanas, el reordenamiento y reestructuración de las ciudades en función de sistemas de barrios interconectados, con una autonomía suficiente para lograr la predominancia de los viajes sin motores y dejar éstos solo para lo estrictamente imprescindible. Ese, es el futuro.