La rebelión de las ropas indígenas contra las togas en la Suprema Corte mexicana impulsa identidad, justicia y transformación cultural.
FOTO: AFP/ La rebelión de las ropas indígenas contra las togas en la Suprema Corte mexicana impulsa identidad, justicia y transformación cultural.

La rebelión de las ropas indígenas irrumpe en los pasillos solemnes del poder. El abogado oaxaqueño Hugo Aguilar, electo como próximo presidente de la Suprema Corte, anunció que dejará de lado la toga tradicional para vestir trajes indígenas de gala, como símbolo de identidad, resistencia y justicia para los pueblos originarios.

Aguilar, defensor de comunidades indígenas y exasesor del EZLN, marcará un ante y después en la historia judicial de México, al llevar los bordados y colores de Oaxaca al máximo tribunal del país. Esta decisión representa una ruptura simbólica con décadas de formalismo judicial impuesto desde el poder central.

Hugo Aguilar rompe con las togas judiciales

El uso de la toga, decretado desde 1941, pronto podría quedar atrás. Con respaldo del partido Morena, se alistan reformas que permitirían abolir su uso obligatorio. En su lugar, Aguilar vestirá atuendos tradicionales de su comunidad, honrando así el legado cultural del sur de México.

“Estoy planteando que no voy a usar toga”, declaró el magistrado. La frase resonó profundamente, especialmente en Oaxaca, donde líderes indígenas, poetas y artesanos han saludado la propuesta como un acto de justicia simbólica.


Textiles mexicanos como símbolo de justicia indígena

El caso de la rebelión de las ropas indígenas conecta con un fenómeno más amplio: la presencia cada vez más fuerte de los textiles en espacios de poder. Desde legisladoras hasta presidentas, muchas mujeres ya han adoptado estas prendas como parte de su identidad pública.

Claudia Sheinbaum, actual presidenta de México, respaldó a Aguilar con firmeza: “Un buen juez no se define por la toga, sino por su honestidad”, dijo tras apoyar el gesto del jurista.

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Patrimonio vivo y economía artesanal

Artesanos como Graciela Santos, de Santo Tomás Jalieza, esperan que este nuevo enfoque visibilice el valor y el trabajo detrás de cada prenda, muchas de las cuales tardan meses en producirse. También exigen respeto, precios justos y un uso ético de su trabajo como patrimonio cultural vivo.

Desde el Museo Textil de Oaxaca, especialistas señalan que esta decisión no solo tiene un valor estético, sino político: las prendas no son solo ropa, son historia, lucha y memoria.

Información: AFP