Jorge Pacheco Zavala

La escritura es un acto de libertad, un intento de escapar de las limitaciones de la vida y crear un mundo nuevo y propio. Virginia Woolf.

El acto de escribir, aunque solo sea de manera lúdica, revela un sinfín de aspectos de la personalidad de quien lo hace. Al escribir nos vamos descubriendo a nosotros mismos, y al descubrirnos de manera gradual, finalmente ocurre la magia, la revelación: algo de nosotros mismos nos resulta familiar: se llama “autoconocimiento”.

De modo que las posibilidades creativas ante la hoja en blanco son infinitas…

Uno escribe para detener el tiempo, para que los anhelos soñados sigan respirando mientras en el otro lado de la existencia la palabra se asfixia.

Uno escribe pensando en la historia al tiempo que el personaje se desangra; una vida es una vida mientras la tinta sigue su marcha.

Uno crea de las palabras un brote que con suerte acabará en una maceta en el centro de un recinto y aunque nadie notará los renuevos, algún día cualquier extraño descubrirá la belleza del árbol al descansar bajo su sombra.

Uno escribe porque la razón de los hombres ha sucumbido ante la nefasta idea de que todo es perecedero y habrá de terminar en cualquier momento, en cualquier lugar, con cualquier palabra que el silencio esconda con el fin de preservar el origen.

Uno escribe para dejar de ocultarse de lo cotidiano, haciendo de lo cotidiano un hecho extraordinario lleno de luz.

Los que escribimos, lo hacemos para no olvidar, aunque en el intento lleguemos a ser olvidados.

Uno escribe sabiendo que el oficio de escribidor nada significa en un mundo material; sin embargo, ante tal afrenta, seguimos poniendo palabra tras palabra en un papel que entraña cierto arte, y que años hace ya, sufre severa devaluación.

Uno escribe para no decaer vencido por la desesperanza, porque con cada frase y con cada imagen, renace una nueva historia creada para dar aliento y provocar la imaginación ya casi muerta.

Escribir va más allá del osado acto de unir palabras y crear oraciones, escribir es volar una cometa que en el viento definirá su existencia en medio de la nada, que se apoderará de lo invisible para surcar los cielos plagados de historias.

Escribir es no morir, aunque se muera por dentro al revivir la trágica escena que le da sentido a la historia y que, en el mejor de los casos, hará que valga la pena cada instante en soledad, cada momento escondido voluntariamente hasta ver nacer el sol del nuevo día.

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