SU BAJO PRECIO Y ACCESIBILIDAD, LA HACE MÁS PELIGROSA PARA LOS JÓVENES. ESPECIALISTA
El cristal se ha convertido en la droga de mayor impacto en Yucatán, representando el 68.9% de las solicitudes de tratamiento en centros de rehabilitación no gubernamentales durante 2023, según el último informe del Sistema de Vigilancia Epidemiológica de las Adicciones (Sisvea).
Este dato resulta alarmante si se considera que en 2019 apenas el 0.4% de las atenciones eran por consumo de esta sustancia.
Este incremento refleja cómo esta sustancia ha desplazado a los estupefacientes tradicionales como la marihuana, el alcohol y el tabaco, consolidándose como un problema de salud pública en la entidad.
El cristal: una droga sintetizada
El cristal es una droga sintetizada cuya denominación química es desoxiefedrina, una sustancia potencialmente tóxica y adictiva, puede presentarse en polvo o cristales de color blanco, cremoso o arena que se venden en envoltorios.
En ocasiones, pueden estar mezcladas con fentanilo para aumentar sus efectos y su potencial adictivo y su vía de administración es fumada, esnifada, inyectada (vía intravenosa) y oral (diluida en agua).
A nivel nacional, la metanfetamina también impacta a 28 estados, lo que la vuelve una amenaza.
Temprana edad
El informe Sisvea también subraya que cuatro de cada diez consumidores en Yucatán comenzaron a usar drogas entre los 13 y 15 años, y un 19% entre los 16 y 18 años. Este inicio temprano pone en riesgo a la población joven, especialmente vulnerable a los efectos devastadores de esta droga, tanto físicos como psicológicamente.
La mayoría de los consumidores que solicitaron tratamiento en Yucatán son hombres (90%), con una media de edad de 32 años. Sin embargo, el inicio temprano del consumo pone en evidencia la necesidad de atender a la juventud.
Factores como el desempleo, que afecta al 31.9% de los usuarios atendidos, y la falta de acceso a una educación de calidad, con casi el 50% de los consumidores alcanzando solo nivel secundaria, agravan la situación.
Justo Gutiérrez Loría, encargado de un centro de rehabilitación en Mérida, describió la gravedad del problema: “Estamos viendo adolescentes de apenas 14 años buscando ayuda. El cristal es barato y fácil de conseguir, lo que lo hace especialmente peligroso para los más jóvenes”.
Un consumidor relató las consecuencias del consumo: “Al principio parece que puedes hacerlo todo, pero luego te destruye. No duermes, te pones paranoico, y solo piensas en conseguir más. Perdí amigos, a mi familia y casi mi vida”.
El especialista en rehabilitación insiste en la necesidad de reforzar campañas de prevención enfocadas en los jóvenes, así como en aumentar el apoyo a los centros de tratamiento:
“El cristal destruye vidas y familias. Necesitamos educar a nuestros jóvenes y sensibilizar a la sociedad sobre los riesgos. No podemos permitir que siga avanzando”, concluyó Gutiérrez.