VOZ DE TINTA

Jorge Pacheco Zavala*

Tal vez una de las mejores noticias de fin de año, es que la novela de realismo mágico del escritor jalisciense Jun Rulfo, llegó a la plataforma de Netflix. Pedro Páramo acaba de estrenarse en las pantallas familiares. La película está dirigida por Rodrigo Prieto, quien en esta ópera prima consigue ordenar todas las piezas de la historia contada por Juan Preciado, uno de los hijos de Pedro Páramo. Y aunque sabemos que la obra de Juan Rulfo no es abundante, también debemos reconocer que la calidad imaginativa compensa de sobra la aparente aridez. Ya lo expresó alguna vez el escritor argentino Jorge Luis Borges en su encuentro con Rulfo al decirle, que si él (Borges) hubiese escrito una obra como Pedro Páramo, tampoco escribiría más.

La novela de Rulfo tiene dos particularidades en su arquitectura que la hacen única: En primer lugar, las atmósferas, cargadas de matices sombríos, de silencios y de una decadencia que flota en el aire como si fuese natural. El trabajo minucioso de Rulfo al construir las escenas, los espacios temporales y demás, lo consigue debido a la calidad de sus descripciones. En este sentido, el director Prieto logra aproximarse a los rangos imaginativos que se suscitan con la lectura de la novela; sin embargo, hay cierta distancia respecto a la gravedad de estas atmósferas. Un ejemplo de ello se desarrolla al inicio cuando Juan Preciado se despide de su hermano Abundio y mira a Comala. Esta Comala no es la Comala que uno suele imaginar casi de manera Dantesca. O cuando el mismo Preciado llega a la casa de Eduviges Dyada, la atmósfera de la casa no te produce nada, no flota en el ambiente ese abandono y miseria que sí te transmite Rulfo.

En segundo lugar, está la fuerza que cargan los perfiles de los personajes. Y es que, en la película, a ciertos personajes como el del mismísimo Pedro Páramo, el capataz Fulgor Sedano y Eduviges Dyada, les hizo falta presencia, no interpretativa, pero sí esta referencia causal de maldad y soberbia, específicamente en el caso de Páramo y Fulgor Sedano. Mi apreciación es que el personaje de Eduviges requería de una imagen un poco más sumergida en este inframundo, desde donde la mujer tiene contacto con ambas realidades. En el caso de Dyada, me hubiese gustado ver a un personaje con las marcas o cicatrices que la muerte impronta. Podría haber sido una pauta a modo de antecedente para entender la naturaleza de los demás personajes.

Y sin embargo, la propuesta es buena, ya que logra atrapar al cine espectador. Lo que definitivamente no sé, es si logrará convencer a los especialistas…

Nos leemos pronto.

*Jorge Pacheco es escritor, maestro de creación literaria y editor.

Jpza14@gmail.com

Pedro Páramo y la imaginación 

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