Francisco X. Diez Marina

En pocas horas, la Secretaría de Hacienda presentará al Congreso el Paquete Económico 2025, un documento clave que podría determinar la dirección económica del país en los próximos años. Este primer presupuesto no sólo marcará el tono de sus prioridades de gasto e inversión, sino que también pondrá a prueba su capacidad para controlar el déficit fiscal, que alcanzó niveles históricos en 2024, rozando el 6% del PIB.

La promesa es clara: reducir el déficit a un 3% del PIB para 2025, pero esto implica grandes desafíos. La Secretaría ha señalado que revertir dicha tendencia no es sólo una cuestión técnica, sino una respuesta a las crecientes preocupaciones de inversionistas y agencias calificadoras, dado que podría poner en riesgo la calificación crediticia del país, encareciendo el costo de la deuda y limitando la inversión pública.

En ese marco, entre los puntos más complejos de este presupuesto destaca también la estructura de los gastos. Con un 76% del presupuesto etiquetado a programas sociales, pensiones y gasto administrativo, el margen de maniobra para recortar es reducido; lo cual limita las posibilidades de ajustes y obliga a Hacienda a buscar recortes en áreas como la inversión física, que actualmente ronda el 2.6% del PIB.

La situación se complica aún más en el contexto de una economía en desaceleración. Las proyecciones privadas estiman un crecimiento del 1.5% para el próximo año, cifra que está por debajo del optimismo de Hacienda, que prevé un crecimiento del 2.5%. Frente a este escenario, el reto de incrementar los ingresos fiscales sin una reforma tributaria, es considerable.

En ese contexto, será necesario balancear entre mantener finanzas públicas sostenibles y continuar impulsando programas que generan crecimiento y bienestar, pero sin ahogar al sector privado, pues el papel de éste será crucial en cuanto al desarrollo de infraestructura, ya que sin los recursos necesarios en el sector público, el ambicioso plan de infraestructura del Ejecutivo, se vislumbra poco viable.

Otro factor a considerar es la estabilidad financiera en un año que coincide con elecciones en Estados Unidos. El regreso de Donald Trump y el control republicano del Congreso podrían tener implicaciones profundas para la política económica y la relación bilateral –a pesar de su fortaleza. Esto, sumado a un entorno global de tasas de interés altas, añade una capa de incertidumbre a la ya complicada tarea de previsión económica para 2025.

Sin embargo, no cabe duda que el Paquete Económico será una primera prueba para la administración en cuanto a su capacidad de liderazgo en el frente fiscal y su habilidad para mantener el equilibrio entre las demandas sociales y las realidades financieras.

En las próximas horas estaremos presenciando no sólo la presentación de un presupuesto, sino el primer paso en la consolidación de un proyecto de gobierno que tiene ante sí un reto monumental: cumplir con los compromisos de gasto y consolidar una senda de sostenibilidad para la economía mexicana.

Consultor y profesor universitario

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