Factores como el cambio climático y los perros salvajes en el puerto de Celestún representan un riesgo para la población de tortugas marinas, además de otros aspectos como la pérdida de su hábitat por desarrollos costeros mal planificados, la captura incidental y la pesca ilegal, aseguró la coordinadora del Programa para la Conservación de la Tortuga Marina de Pronatura Península de Yucatán, Melania López Castro.
“Lamentablemente, todas las especies de tortugas marinas se encuentran en peligro de extinción en México debido a que durante muchos años fueron explotadas como recurso pesquero. La sobreexplotación provocó que su población no pudiera recuperarse rápidamente”, comentó.
Al contar con información completa sobre la temporada de anidación de tortugas en Celestún, López Castro señaló que se pudo determinar que, aunque no hubo una disminución significativa en el número de nidadas (se contabilizaron 843 nidos de tortuga carey y 11 de tortuga blanca), se identificaron dos principales daños para estos animales marinos.
El primero fue el incremento en la temperatura de la arena, que influye directamente en el éxito de la eclosión debido a la muerte de embriones.
Y lo segundo es la presencia de perros salvajes, que depredaban prácticamente un tercio de los nidos de los quelonios.
“Generalmente, cuando los depredadores son naturales, no afecta tanto a la población de tortugas marinas, ya que forman parte del ciclo natural. Sin embargo, los organismos domésticos que se vuelven fauna nociva, como los perros salvajes, pueden causar un impacto considerable, como lo que estamos viendo ahora”, lamentó.
Externó que, ante este panorama, las autoridades del Ayuntamiento de Celestún deben prestar atención a la población de perros salvajes, tanto a los que viven en las inmediaciones, ya que, atraídos por el hambre, depredan a una especie que ya de por sí se. se encuentra en peligro de extinción.
De igual forma, externó que existen otras amenazas como la captura incidental, la pesca ilegal y dirigida, a pesar de que existe una veda permanente desde 1990.
Esta situación se da por el comercio de su caparazón, carne o huevos, precisó.
Dijo que a esto se suman otras circunstancias, como la pérdida de hábitats por desarrollos costeros mal planificados, la contaminación por residuos sólidos, entre otros factores.