Los mercados Lucas de Gálvez y San Benito, epicentros comerciales de la ciudad, se han convertido en un colorido mosaico donde conviven las tradiciones más arraigadas de Yucatán con celebraciones como el Halloween.
Los comerciantes, con gran entusiasmo, ofrecen una amplia variedad de productos para ambas festividades: desde disfraces de personajes de terror hasta los tradicionales dulces típicos de la región y otros llegados del centro del país, que llenan de color los pasillos de los mercados.
Todo lo necesario para montar los altares del Hanal Pixán, como el espelón, la hoja de plátano y los condimentos, ya se puede conseguir en los pasillos del Lucas de Gálvez y del San Benito.
“Por un lado, celebramos a nuestros difuntos con mucho cariño y respeto, y por otro, nos divertimos con los disfraces y las bromas de Halloween”, comentó doña Mary, quien ha dispuesto un puesto de máscaras, disfraces y dulces típicos en las inmediaciones de esas centrales de abasto.
Existen productos accesibles para todos los bolsillos. Elementos decorativos como arañas o gatos negros de plástico se venden por 25 pesos, y las máscaras cuestan entre 50 y 120 pesos.
También se pueden adquirir piñatas en forma de calabazas o de personajes de películas de terror, con precios que van desde los 200 hasta los 350 pesos.
En este crisol cultural, la población yucateca demuestra una vez más su capacidad para integrar diversas costumbres a fechas tan importantes como las que se avecinan.
En menos de un mes se rinde homenaje a los finados, aquellos seres queridos que se nos adelantaron en el camino.
En la entrada del Lucas de Gálvez ya se ha montado un puesto con calaveritas de azúcar, y aunque estos productos, según los comerciantes, vienen desde Puebla, han tenido una buena aceptación entre los marchantes yucatecos.
Los precios de las calaveritas de azúcar varían según el tamaño del dulce: las más pequeñas se consiguen en 25 pesos, mientras que las más grandes cuestan 45. También hay pequeños altares de muertos hechos de azúcar, que cuestan 75 pesos, aunque parecen más un elemento ornamental que algo comestible.
No pueden faltar las locatarias que, en los pasillos del Lucas de Gálvez, ofrecen los dulces típicos de la entidad, que tradicionalmente se colocan en los altares, primero para los niños y niñas difuntos, y después para los adultos. Delicias culinarias como dulce de calabaza melada, papaya, ciricote, ciruela, yuca, camote o nance se venden a 30 pesos la porción.
“Aquí la gente está acostumbrada a llevar sus dulces para las ofrendas. Todos los años traemos un poco más de lo usual, porque las escuelas y las casas buscan estos dulces para las fechas de finados”, comentó Inés Euan, una de las comerciantes de este lugar.
Las frutas de la época también ya adornan el interior y las inmediaciones de los mercados: mandarina, naranja, toronja y jícama se ofertan para que, una vez en las casas, se pueda hacer el xeek, una botana a la que se le agrega limón, sal, chile molido y cilantro.
Otra oportunidad de negocio son las flores, y si bien a estas alturas no han llegado los cempasúchiles, sí se pueden observar algunas flores típicas que acompañan al amor seco, así como otras plantas de ornato propias de la época del Día de Muertos.
Jaime Pool, comerciante de flores, trabaja en un puesto muy cerca de los Portales y ya espera con ansias esta época pico para la venta.
“Todavía no nos llegan las flores de muertos, pero cuando se acerque el día de los finados, estarán llegando nuestras flores y las que vienen de México, como el cempasúchil”, comentó.
Más allá de la diversión y las tradiciones, estas fechas sirven como un recordatorio de la importancia de honrar a nuestros seres queridos y de celebrar la vida. El Hanal Pixán, en particular, es una oportunidad para fortalecer los lazos familiares y mantener viva la memoria de quienes ya no están con nosotros.