De acuerdo al ayuntamiento, en el Centro Histórico de Mérida, más de 200 casas permanecen abandonadas, muchas en un estado ruinoso que pone en riesgo a los transeúntes y automovilistas. Aunque estas propiedades forman parte del patrimonio de la ciudad, su futuro es incierto debido a la falta de mantenimiento y la compleja regulación que las protege. 

Este fenómeno, según expertos, está ligado a procesos urbanos y sociales, como explica la arquitecta María Elena Torres Pérez, catedrática de la Universidad Autónoma de Yucatán (UADY).

Para Torres Pérez, el abandono de estas propiedades está relacionado con la expansión de la ciudad hacia la periferia: “Hay una gran oferta de vivienda en las afueras, lo que ha provocado que el interés por habitar el centro disminuya considerablemente”, señala. 

Además, menciona que el ruido y el tráfico generado por los autobuses y el transporte de carga han convertido al centro en una zona de conflicto para los residentes, quienes prefieren mudarse a zonas más tranquilas y modernas.

Otro factor determinante, según la experta, es el tipo de construcción de estas propiedades. La mayoría son casas de mampostería, que requieren un mantenimiento constante y costoso. 

“Estas casas son un cuento de nunca acabar. Más tardas en reparar una pared, que en que otra ya tenga humedad. Es un ciclo interminable que muchos propietarios no pueden o no quieren afrontar”, explica.

La arquitecta recuerda que este tipo de propiedades, al estar ubicadas en el Centro Histórico, están protegidas por la Ley Federal de Monumentos, lo que limita las modificaciones que se pueden realizar. 

Otro problema común es que muchas de estas casas pertenecían a personas que ya fallecieron y quedaron intestadas, es decir, sin testamento:

“En el pasado, no existía la costumbre de hacer testamento, lo que ha dejado muchas propiedades en el limbo legal. A veces, los herederos no logran ponerse de acuerdo o simplemente no están interesados en la casa”, señala María Elena Torres.

La arquitecta también menciona un fenómeno reciente relacionado con el interés de extranjeros por estas propiedades:

“Muchos propietarios prefieren esperar a que la plusvalía suba para vender las casas a extranjeros que buscan propiedades en el centro. Este fenómeno ha provocado que muchas de ellas permanezcan cerradas y sin mantenimiento durante años”, comenta.

A pesar de las dificultades, Torres Pérez destaca la importancia de preservar estas propiedades debido a su valor patrimonial:

“Estas casas son parte de la historia de Mérida y de México. Los propietarios deben entender el valor que tienen y buscar una negociación profesional con el INAH para restaurarlas adecuadamente”, enfatiza.

Un problema para los vecinos

Para los vecinos del Centro Histórico, el abandono de estas casonas es un problema tanto de seguridad como de calidad de vida. Rubén Salazar, quien ha vivido en la zona por más de 40 años, comenta: “Estas casas son un peligro. Se están cayendo a pedazos y nadie sabe quiénes son los dueños. El gobierno debería intervenir antes de que pase algo grave”.

Otros vecinos, como Martha Castillo, temen que estas propiedades se conviertan en refugios para delincuentes: “Son focos de infección y un peligro constante. No es justo que tengamos que vivir con este riesgo a diario”, lamenta.

Rosa María Cárdenas, una vecina de la calle 58, comparte: “Muchas de estas casas pertenecían a familias que ya no viven aquí. Los hijos se fueron o fallecieron, y ahora nadie se ocupa de ellas. No hay forma de saber qué va a pasar con estas propiedades.”

Por su parte Jorge Chi, quien trabaja en una tienda cercana a uno de estos predios, se queja de los problemas de inseguridad que representan: 

“A veces, hay gente viviendo dentro, sin permiso de nadie. No es seguro para nosotros ni para nuestros hijos. Estas casas deberían ser restauradas o demolidas”, consideró.

Luisa Sánchez, que ha vivido en el Centro Histórico toda su vida, lamenta que muchas de estas propiedades han sido compradas por extranjeros, quienes, según ella, solo esperan que suba su valor.

“Las compran, las dejan en ruinas y no hacen nada por restaurarlas. Solo quieren venderlas a un precio mayor cuando llegue un comprador. Mientras tanto, nosotros tenemos que vivir junto a la maleza y el peligro”, sentenció.

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