San Pedro La Laguna, Guatemala – Entre las aguas cristalinas del Lago de Atitlán y las montañas que lo rodean, un centenar de mujeres indígenas se congregaron este sábado para combatir un enemigo silencioso pero devastador: la contaminación. Equipadas con bolsas y un profundo sentido de responsabilidad, estas mujeres, conocidas como las “Guardianas del Lago”, dedicaron su día a limpiar los desechos que amenazan esta maravilla natural.
El esfuerzo es parte de una iniciativa mensual liderada por el colectivo Tz’unun Ya’, que agrupa a mujeres mayas tz’utujil del municipio de San Pedro La Laguna. La misión del colectivo es clara: preservar el lago de Atitlán, no solo como fuente de vida, sino también como un legado ancestral.
“Nos decidimos a limpiar el lago porque hay mucha basura,” comenta María González, de 56 años, quien lidera la labor en la orilla. Vestida con su colorida vestimenta tradicional, María se adentró en las aguas del lago para recoger plásticos, latas, botellas de vidrio e incluso ropa abandonada. “Después no nos estemos lamentando de toda la basura que hay en la playa,” enfatiza, mientras hace un llamado a que más personas se unan a la iniciativa.
Mientras María y su grupo recorren la playa, otros grupos de mujeres se dispersan a lo largo de la orilla, recogiendo basura que, en su mayoría, es dejada por turistas que visitan las pintorescas localidades aledañas. La escena es un recordatorio doloroso de cómo la belleza natural del lago está siendo amenazada por la indiferencia y la falta de conciencia.
Además de las “Guardianas”, una veintena de buzos de la unidad de bomberos se sumaron a la jornada, extrayendo llantas y piezas de hierro del fondo del lago, como explica Nancy González, coordinadora de la actividad. Estas acciones no solo buscan limpiar el lago, sino también crear conciencia sobre la necesidad urgente de protegerlo.
El colectivo Tz’unun Ya’ se formó hace 14 años, alzando la voz en contra de las grandes industrias a las que acusan de contribuir significativamente a la contaminación del lago, especialmente por plásticos. Este esfuerzo comunitario es un ejemplo de resistencia y de lucha por el medio ambiente, en un contexto donde la naturaleza se encuentra cada vez más asediada por la actividad humana.
“El lago de Atitlán está sufriendo un proceso de eutrofización acelerado debido a las actividades humanas,” explica Flor Barreno, encargada del laboratorio de la Autoridad para el Manejo Sustentable de la Cuenca del Lago Atitlán y su Entorno. Barreno señala que las principales fuentes de contaminación provienen del uso de fertilizantes y plaguicidas en la agricultura, así como del ingreso de aguas residuales y desechos plásticos.
Aunque actualmente operan 20 plantas de tratamiento en la región, Barreno admite que estas no son suficientes para cubrir la totalidad del agua residual que se produce dentro de la cuenca. Este déficit en infraestructura es una de las razones por las cuales el lago continúa enfrentando amenazas que podrían alterar su ecosistema de manera irreversible.
El Lago de Atitlán, rodeado por los majestuosos volcanes Atitlán, Tolimán y San Pedro, es uno de los destinos turísticos más importantes de Guatemala. Con una extensión de 125 km² y una profundidad máxima de 327 metros, el lago es el hogar de unas 380,000 personas que dependen de él tanto económica como culturalmente.
Sin embargo, la belleza y serenidad del lago contrastan con la dura realidad de la contaminación, un problema que estas mujeres han decidido enfrentar de manera directa, armadas con su convicción y el deseo de preservar un patrimonio natural que consideran sagrado.
La labor de las “Guardianas del Lago” es un recordatorio poderoso de la importancia de la acción comunitaria en la protección del medio ambiente. Su compromiso y esfuerzo son un faro de esperanza en la lucha contra la degradación ambiental, mostrando que la conexión con la naturaleza y la voluntad de preservarla pueden ser fuerzas transformadoras.