En Yucatán hay fenómenos demográficos imperceptibles a simple vista, ya que aunque municipios como Oxkutzcab, Peto, Tekax y Tzucacab crecieron un promedio de 10.8% del 2010 al 2020 (según el último censo del INEGI), existen comisarías, donde puede percibirse el éxodo de migrantes a Estados Unidos, dejándolas sin mano de obra.
Un ejemplo de lo anterior es Xul, comisaría de Oxkutzcab, una de las demarcaciones con mayores índices de migración, donde la falta de hombres jóvenes es evidente en sus calles casi desiertas. Después de Mérida, Oxkutzcab es el municipio que recibe más remesas del vecino país del norte, de acuerdo con el Instituto para el Desarrollo de la Cultura Maya (Indemaya).
En 2023, la entidad recibió más de 324 millones de dólares (mdd) en remesas enviadas desde Estados Unidos. Mérida, la capital del estado, recibió poco más de 110 mdd, mientras a Oxkutzcab llegaron 63 mdd. A su vecino Tekax le tocaron 36 mdd en ese mismo período. Otras localidades que destacan en este ámbito son Ticul, Peto, Cenotillo y Buctzotz.
El impacto de las remesas se materializa en enormes fincas con amplios pastizales donde las familias de los migrantes siembran y crían a sus animales a las afueras de Xul. Ya inmersos en el poblado, los contrastes se vuelven más evidentes con casas de dos pisos ‘al estilo americano’ y camionetas de modelos recientes estacionadas bajo la sombra de los garajes.
Según cifras del Indemaya compartidas por su director, Eric Villanueva Mukul, hoy hay más de 300 mil yucatecos buscando una mejor vida en Estados Unidos, y el número crece año con año. Los Ángeles y Portland son las dos ciudades preferidas por estos paisanos que buscan mejorar su calidad de vida trabajando en hoteles, restaurantes y tiendas departamentales.
Villanueva Mukul señala que, aunque al principio, la migración en Yucatán se explicaba por condiciones de pobreza, hoy se debe a un tema aspiracional que implica relaciones y redes familiares. Estos factores han aumentado la población yucateca en Estados Unidos: las redes que se tejen allá facilitan la migración.
Por ejemplo, Don Pedro Uicab, un migrante de Xul, ha cruzado la frontera cinco veces desde 1989. En esos años, cuenta, la comisaría no era ajena a la crisis económica que imperaba en el estado y el país. No había trabajo, y la mayoría de sus coterráneos trabajaba en Mérida o en la prometedora pero incierta Cancún.
Eric Villanueva precisa que, cuando comenzó la migración a Estados Unidos desde Yucatán, la edad promedio para cruzar la frontera rondaba los 35 años. Hoy, son hombres cada vez más jóvenes quienes aspiran al sueño americano, promediando 22 años; incluso, ha sabido de migrantes yucatecos de hasta 17 años.
Don Pedro ha presenciado los cambios que el fenómeno migratorio ha traído, los cuales considera mayormente positivos. Anteriormente, dice, había desempleo, y las remesas han detonado este factor en beneficio de las familias de Oxkutzcab y sus comisarías: “No hay trabajadores como albañiles, pero sí hay dinero para traerlos de otros pueblos.”
Villanueva Mukul aclara que Oxkutzcab no es de los municipios más pobres del estado; aunque quizás en algún momento lo fue debido a la escasa infraestructura para la producción en los años 70, cuando aún no se habían desarrollado los sistemas de riego que hoy le otorgan el nombre de “el huerto de Yucatán” por su importante actividad citrícola y frutícola.
En Yucatán, la gente suele dejar su lugar de origen en busca de una mejor calidad de vida; ya sea migrando a la cabecera municipal, a la capital del estado, o incluso, como en el caso de los municipios del sur, a Estados Unidos. Estos fenómenos solo son perceptibles a nivel micro, ya que, según las estadísticas, la población sigue creciendo en el estado.