En el azul profundo del mar habanero, pequeñas balsas de poliestireno surcan las aguas, reflejando la inventiva de los pescadores artesanales que, ante la escasez de recursos, han transformado materiales de construcción en herramientas de subsistencia.
“Antes se pescaba mucho con cámara de camión”, comenta Coli Rivera, de 54 años, mientras descansa en la orilla tras una jornada de pesca en Santa Fe, un barrio al oeste de La Habana.
Rivera, que también trabaja como celador en una escuela, señala que el riesgo de usar cámaras era que se pinchaban, algo que no ocurre con su balsa de poliestireno, una estructura simple pero efectiva.
Construidas con planchas de poliestireno, tablones y tornillos, estas embarcaciones pueden parecer inestables a simple vista.
Sin embargo, han demostrado ser duraderas y confiables para quienes las usan. Los pescadores las desplazan a menudo sobre ruedas para llevarlas de vuelta a casa tras cada salida al mar.
Aunque oficialmente está prohibido pescar en estos esquifes, las autoridades en La Habana permiten la actividad bajo tolerancia, proporcionando así una fuente adicional de alimentos y ingresos para muchas familias. La falta de combustibles y recursos hace que estas embarcaciones sean una solución pragmática: “Un barco normal cuesta mucho dinero y no hay dinero”, explica Rivera.
El mar de La Habana ofrece una variedad de especies, como barracudas, pargos, dorados y cojinuas, que se convierten en parte fundamental de la dieta local.
Los pescadores, generalmente en parejas, deben ser meticulosos en la gestión de sus esquifes para evitar que el viento o las olas los arrastren al mar abierto.
Omar Martín, de 46 años, otro residente de Santa Fe, destaca la longevidad de estas balsas:
“Pueden durar décadas, solo hay que cambiar los tornillos corroídos por la sal”. Martín, que compró su balsa de segunda mano por 10.000 pesos (alrededor de 80 dólares), salió al mar a las dos de la mañana pero regresó con una captura modesta, describiendo la pesca como una mezcla de suerte y condiciones climáticas.
En Santa Fe, la pesca artesanal continúa siendo una práctica vital para muchos, a pesar de las dificultades y restricciones. En cada balsa de poliestireno, el ingenio y la necesidad se encuentran, creando una tradición marítima que persiste en medio de desafíos económicos y logísticos.
AFP