El debate del domingo entre las candidatas Claudia Sheinbaum y Xóchitl Gálvez, más el tonto útil de Jorge Álvarez Máynez, permitió aclarar lo que nos podría esperar a los mexicanos en el caso de que uno de ellos gane la elección el próximo 2 de junio.
En un momento de “delirium tremens” colectivo, imaginemos que el candidato de Movimiento Ciudadano gana la Presidencia. La ceremonia de investidura sería en alguna cantina de Nuevo León con Samuel García y Álvarez Máynez cayéndose de borrachos y en un oscuro rincón, está Dante muy serio, pagando todos los tragos de “sus muchachos”, La sumisa soñando cómo compartiría el poder con su socio; ese que se mudó de Palacio a su finca “La chingada”.
La buena noticia es que esto no pasará. La mala, es que posiblemente Dante consiga otros seis años para que, su franquicia Fosforena, siga cobrando otros seis años su cuota correspondiente por no hacer nada, eso sí, con cargo al erario.
El domingo, durante el debate, pudimos confirmar el perfil de Claudia como presidenta: la sumisa. El reclamo (y regaño) del Presidente porque durante el primer debate no se le dio el protagonismo que él cree merecer caló hondo. La aspirante morenista se encargó de defender no sólo lo indefendible de su administración en la Ciudad de México, por encima de todo había que defender el magno legado del Líder Supremo y mostrarnos la herencia de la 4T: un país en paz y feliz. Un país donde la pobreza ha desaparecido. Un Gobierno prístino, sin el menor rastro de corrupción. Un Gobierno que entregó obras que serían el orgullo de Dinamarca. Un Presidente que nunca debería de irse y cuyo legado será imperecedero por los siglos de los siglos. Ella será el puente que nos conduzca al “segundo piso de la transformación” (habría que recordarle a doña Claudia cuántos puentes se le han caído), es decir lo mismo que hoy tenemos, pero en una versión aún más compleja.
Sheinbaum tendrá que gobernar con un ojo puesto en “La chingada” y otro en Palacio. El domingo Claudia nos presentó un panorama de la CDMX que parecería que sólo existe en su cabeza: el metro es inmejorable; seguro, sin fallas y moderno. La contaminación en la capital del país no existe y las contingencias son producto de nuestra imaginación. El problema de la calidad del agua es un invento del Cártel Inmobiliario que sólo busca desprestigiarla. La movilidad está resuelta con el cablebus que es “una obra única en el mundo”. La seguridad en la ciudad es la mejor del país y aquí ya no hay corrupción. Y si esto no fuera suficiente, cualquier acusación en su contra ya fue resuelta y ella no tiene ninguna obligación de responderle a nadie.
Dicen que Xóchitl ganó el debate, efectivamente lo hizo mucho mejor que el pasado, y parecería que va ganando también el post debate (que es el que cuenta). Pero si pensamos que ella es la solución, estamos 100 por ciento equivocados, lo único que ella puede hacer es darnos tiempo para impedir que el país se nos vaya de las manos. Nada más.
Los electores que están en los extremos de la elección, ya definieron su sufragio. La fantasía de que el “voto switcher” definirá la elección, sólo existe en la cabeza del creador de esa teoría. El reto está en saber si el debate movió a los abstencionistas. Yo no lo creo.
Los únicos capaces de solucionar este tema somos nosotros; si cada uno se compromete de convencer a votar a dos amigos, conocidos, compañeros del trabajo etc., que hoy no piensan votar, y que estos a su vez convenzan a otros dos y así sucesivamente, la elección puede dar un giro inesperado. La solución está en la participación, no en quién ganó el debate.
El 2 de junio elegimos sumisión al Jefe Máximo o tiempo para reencontrar el centro político donde podamos debatir en serio, no como los remedos de debates que hemos tenido.