Fátima Bosch regresó a Tabasco no como una figura de pasarela, sino como el epicentro de una tormenta mediática que desnuda tensiones culturales, expectativas y celebraciones exageradas.
La reina universal, oriunda de Teapa, no solo volvió con corona en mano: trajo un mensaje que algunos aplaudieron como símbolo de lucha femenina y otros vieron como un himno desgastado de victimización.
Bosch habló de: “la corona que empezó aquí”, subrayando sus raíces y el apoyo de su gente, entre aplausos y ovaciones que parecían más tributo a la identidad regional que a un logro personal en Tailandia.
Pero detrás de esa escena de aplausos hay fracturas: su triunfo no fue unánime, y en redes resuenan ataques de odio que ella misma ha denunciado como violencia moderna contra las mujeres, transformando una corona en bandera de debate social.
Mientras tanto, en la CDMX, el Bad Bunny World Tour Debí Tirar Más Fotos encendió otra escena social distinta: un desfile de celebridades en La Casita del Estadio GNP Seguros. Actrices como Ana de la Reguera y Bárbara de Regil, el actor Diego Boneta y figuras del entretenimiento e influencers fueron captados gozando del espectáculo y compartiendo momentos íntimos con el reguetonero durante la segunda y tercera fecha de la gira, convirtiendo al espectáculo no solo en un concierto sino en una pasarela social donde estar presente equivale a validación pública.
Pese a que la gira saturó estadios y generó polémica por la configuración de La Casita, los famosos suman presencia mientras otros, quizá más relevantes globalmente, no se dejan ver, pero sí lo presumen en redes sin prueba alguna. Ésta es la nueva dualidad del espectáculo: asistir es orgullo, no asistir y presumir es espectáculo propio.
Sergio Mayer Mori, figura históricamente apalancada por sus apellidos, se despidió de La Granja VIP entre comentarios de audiencia y producción que no siempre le favorecieron. Su salida generó reacciones encontradas: algunos la celebran como un desenlace esperado, otros lamentan que un personaje con potencial mediático se fuera sin un arco dramático potente.
Esto se entrelaza con otra narrativa, la del poder de los números digitales, sea en votos en reality o en bots en redes, ya que se acusa a Teo de comprar bots para inflar su presencia digital, y al mismo tiempo Adal Ramones presume millones de bots como si fueran medallas de legitimidad digital, lo que muestra la paradoja de un espectáculo que ya no es real, nadie le creyó que fueran esa cantidad de personas las que votaron por los participantes.

