AMBIENTE URBANO
Por: JUAN CARLOS ROJO CARRASCAL
Junto a Mónica, mi esposa, tengo cinco años cultivando un huerto en nuestra azotea. Para ello, lo fundamental es generar un buen sustrato con una diversidad de microorganismos bien balanceados que propician las mejores condiciones para que se desarrolle la vida; no sólo de la planta, sino también de esa diversidad de organismos que permiten que una semilla —con vida latente— se convierta en planta y a su vez, ella misma propicie la vida de otros organismos que tienen diferentes funciones para que elresultado sea la más fuerte y saludable hortaliza. En este proceso colaboran infinidad deninsectos, aves y otros animales o plantas que aportan cada uno a este ecosistema colectivo lleno de vida y equilibrio.
No siempre se garantiza este equilibrio. Puede haber excesos o excepciones que enrarecen el ambiente y por ello surgen las enfermedades que derivan en plagas que dominan el escenario y terminan perjudicando la vida de los organismos promotores de aquel buen ambiente para la vida.
De igual forma, sucede en las ciudades, donde se debe garantizar la condición de vida para las personas y otras especies vegetales o animales. La ciudad también es un ecosistema que debe mantener un equilibrio entre sus elementos. En su espacio público —que incluye las calles— participamos todos los que vivimos en ella. No solo personas, también diferentes especies de plantas, árboles, pastos, microorganismos, insectos, aves, mamíferos, etc. También los cuerpos de agua —ríos, arroyos, lagos o mares— son parte de este sistema que debemos saber “cultivar”.
Analógicamente, en las ciudades sucede lo mismo que en el huerto. Los desequilibrios se hacen evidentes cuando en el espacio público predominan los automóviles y éstos someten a otros participantes como peatones, ciclistas, árboles y muchas especies animales. La proliferación de automóviles los convierte en una plaga urbana que, sin duda, propicia enfermedades e impacta en la vida de otros. El ruido excesivo, el aire contaminado, y la gran cantidad de lesiones y muertes que genera el actual sistema de movilidad de las ciudades muestran que no tenemos un ecosistema urbano equilibrado.
Una buena ciudad —como un buen sustrato en los huertos— debe prevenir enfermedades, garantizar vida y evitar cualquier condición que la amenace. En nuestro huerto, lo que mejor ha funcionado es dejar fluir a la naturaleza Ella parece tener las mejores herramientas que garantizan los beneficios esperados. En las ciudades, igual debiésemos recuperar el instinto natural del territorio para impulsar mejores formas de vida.
Y para dar crédito, esta analogía la deduje luego de escuchar al pedagogo italiano Francesco Tonucci que comparó la labor del campesino que “no controla la naturaleza de la semilla que siembra y no puede decidir qué planta saldrá y su tarea es crear las condiciones para que cada semilla crezca y desarrolle al máximo sus potencialidades”, así Tonucci percibe la labor de los docentes y familiares “la educación es una fuerza que ya existe dentro de cada infante, y el rol de los adultos es favorecerla”.
Sigamos conversando: juancarlosrojo@uas.edu.mx

