El pasado 14 de enero, durante una conferencia mañanera, el secretario de Salud, David Kershenobich Stalnikowitz, y Eduardo Clark García Dobarganes, subsecretario de Integración y Desarrollo del Sector Salud, anunciaron conjuntamente que el abasto de medicamentos e insumos médicos para el periodo 2025-2026 estaba garantizado. Ambos funcionarios federales aseguraron que esto fue posible gracias a la comunicación y el buen diálogo del Gobierno con las empresas de la industria farmacéutica.

Sin embargo, ocho meses y medio después de esta declaración, resulta que el desabasto persiste y no se ve cercano el día en que esta problemática se pueda resolver concreta y tangiblemente.

La realidad contrasta con el discurso: faltan las medicinas y faltan los insumos. Y faltan en todos lados. En el IMSS, en el IMSS-Bienestar, en el ISSSTE e incluso también ya faltan en la red hospitalaria de Pemex, como se informó ayer.

Y el verdadero culpable de esta problemática no son las empresas farmacéuticas y tampoco los funcionarios del gabinete de salubridad de la presidenta Claudia Sheinbaum. El responsable de esta crisis de dimensiones mortales, porque a diario está cobrando las vidas de mexicanos enfermos, tiene nombre y apellidos. Se llama Andrés Manuel López Obrador.

Esta conclusión, permítanme dejarlo bien en claro, no tiene nada que ver con una maquiavélica campaña de desprestigio encaminada a ensuciar el buen nombre del tabasqueño. Nada de eso. Pero si nos atenemos a los hechos, que son contundentes y precisos, él fue quien se encargó de emprender una cruzada contra todas las farmacéuticas y distribuidores de medicamentos, a quienes acusó de ser unos monopolios corruptos y, bajo este argumento, dispuso desmantelar y pulverizar una red de abastecimiento logístico que funcionó eficientemente durante décadas.

Y lo hizo con dolo, mala fe y perversidad, porque jamás presentó una sola prueba de corrupción y mucho menos interpuso denuncia formal alguna en tribunales contra nadie (compañía, empresario o funcionario). Se trató de uno de sus muchos montajes propagandísticos que acabó por perjudicar a los principales destinatarios de su movimiento de transformación: los más pobres.

Discutir si es el Gobierno o las empresas farmacéuticas corresponsables de esta aguda problemática es caer en terrenos de lo inútil. Aquí lo realmente importante es que el sistema de salud mexicano está colapsando, con miles de pacientes, transcurren días, semanas y meses sin medicinas, sin tratamientos, sin consultas, sin terapias, sin cirugías y sin estudios.

Hay miles de millones de pesos pendientes por pagarles a las farmacéuticas, negociaciones atascadas, vetos a distribuidores, errores logísticos y por ningún lado los mexicanos podemos corroborar las palabras del subsecretario Clark, en el sentido de que el suministro ya está muy cercano al 100 por ciento y esto se debe principalmente a una distribución muy deficiente, pues no basta con que los medicamentos lleguen a los almacenes y a los hospitales, deben llegar a los pacientes. Y también hay que recalar en el tema de la producción, pues todas las medicinas requieren de cierto tiempo de fabricación.

Y si a todo esto le sumamos que el Gobierno le está permitiendo a empresas inhabilitadas y sancionadas (como la india Sun Pharma) por corrupción e incumplimientos seguir participando en licitaciones pues la cosa se pone peor.