En cuestión de pocas semanas, Adán Augusto López Hernández pasó de ser uno de los hombres más influyentes del morenismo a convertirse en un político aislado, sin aliados ni respaldo. Su situación actual no es fortuita, sino consecuencia directa de la ambición y la arrogancia que marcaron su trayectoria. Aquel que fue secretario de Gobernación y uno de los hombres fuertes del obradorismo ahora enfrenta el ocaso de su carrera política.

El tabasqueño cosecha lo que sembró: sembró vientos y hoy enfrenta tempestades. Su caída es más evidente si se toma en cuenta la sombra de su amigo cercano, Hernán Bermúdez Requena, exsecretario de Seguridad Pública de Tabasco y señalado como líder del grupo delincuencial La Barredora, actualmente recluido en el penal de máxima seguridad del Altiplano.

La historia de López Hernández no es nueva en la política mexicana: personajes cegados por el poder que escalan gracias a la protección de sus padrinos políticos, en este caso Andrés Manuel López Obrador, y que terminan perdiendo respaldo cuando las cloacas se destapan. En Palacio Nacional y en “La Chingada”, residencia de López Obrador en Chiapas, parece haberse agotado la paciencia frente a las irregularidades que lo rodean.

Esta semana enfrenta dos frentes delicados. El primero es una demanda de juicio político en la Cámara de Diputados, promovida por el PAN, que lo acusa de haber favorecido al crimen organizado durante su gestión como gobernador de Tabasco entre 2019 y 2021. La solicitud incluye su destitución, una inhabilitación de hasta 20 años y la apertura de procesos penales derivados de estas acusaciones.

El segundo frente proviene de su propia bancada en el Senado. Un grupo de 14 legisladoras de Morena, encabezadas por Guadalupe Chavira, exige cuentas claras sobre el manejo de más de 338 millones de pesos en subvenciones destinadas a su grupo parlamentario. La molestia aumenta debido al trato preferencial a la senadora Andrea Chávez Treviño, lo que ha encendido tensiones internas y abierto la posibilidad de un relevo en la coordinación.

El panorama es claro: la figura de Adán Augusto López se encuentra en declive, y lo que antes fue poder y respaldo se transforma ahora en señalamientos, presiones y aislamiento político. Su caída parece cada vez más cercana.