La campaña es evidente. Desde todos los espacios del oficialismo se habla bien de los hermanos López Beltrán, hoy Andrés Manuel y Gonzalo, pero antes también de su hermano mayor, José Ramón. Y seguramente necesitan ese cobijo. Desde Palacio Nacional hasta la dirigente morenista Luisa María Alcalde, se busca deslindar de escándalos a los hijos de Andrés Manuel López Obrador. La narrativa pública asegura que, por origen y herencia, son personas honestas y que las críticas provienen de la derecha, de los conservadores, de los enemigos del movimiento del tabasqueño.

Sin embargo, la duda lleva a preguntarse cuánto han contribuido ellos mismos, con su comportamiento y con hechos corroborables y documentados, a alimentar esa versión crítica. Tal vez sin esos elementos no estarían en el debate y tendría plena vigencia la doctrina lopezobradorista de austeridad y pobreza franciscana, postulada como dogma para todos los mexicanos.

Esta reflexión recuerda un hecho: a principios de 1992, Javier García Paniagua, padre del hoy secretario Omar García Harfuch, invitó a desayunar en sus oficinas de la Lotería Nacional. Antes de las ocho de la mañana, mientras servían el café, recibió la visita de un alto funcionario del presidente Carlos Salinas, quien temía ser despedido si su conflicto personal se hacía público. “¿No quiere que se sepa?”, preguntó García Paniagua. “La verdad no, por eso vengo a pedirle apoyo”, respondió el funcionario. La respuesta fue contundente: “Pues no lo haga. Váyase y aclare todo”.

Hoy el tema recae en los hermanos López Beltrán, cuya fama circula en medios, redes sociales y en comentarios de café. A juicio de muchos, insultan la inteligencia de los mexicanos y traicionan la filosofía de su padre, Andrés Manuel López Obrador. A falta de congruencia, prevalece la defensa oficial.

Ningún hijo de expresidente había tenido tan mala fama, y por ello nunca fue necesaria una defensa pública. El mayor cuestionamiento lo sufrió José López Portillo, cuando nombró subsecretario de Programación y Presupuesto a su hijo José Ramón, el López Romano, no López Beltrán. En ese entonces, el presidente lo defendió diciendo: “Es el orgullo de mi nepotismo”, y lo mantuvo en el cargo. Desde entonces, ningún heredero de Miguel de la Madrid, Carlos Salinas, Ernesto Zedillo, Vicente Fox, Felipe Calderón o Enrique Peña Nieto dio de qué hablar. La 4T suele responder: “Los corruptos eran los del PRI y del PAN”, pero hoy los descendientes de López Obrador son motivo de constantes preguntas y defensas desde Palacio Nacional.

Mientras tanto, en otros frentes, miles de migrantes y descendientes de mexicanos marcharon en Manhattan para celebrar las Fiestas Patrias, en una convocatoria del cónsul en Nueva York, Marcos Bucio, quien negoció previamente con autoridades y con la cúpula del ICE.

Por otra parte, la presidenta Claudia Sheinbaum visitó Guerrero por décima ocasión para, junto a la gobernadora Evelyn Salgado, atestiguar el avance de programas sociales y de inversión. Según informó, más de un millón y medio de personas han sido beneficiadas, con obras adicionales por más de 10 mil 790 millones de pesos en el programa Acapulco se transforma contigo.