El aire matutino del 16 de septiembre se llenó del ritmo marcial de las bandas de guerra. En el corazón del Centro Histórico, desde temprana hora, se congregaron decenas de familias y jóvenes del Servicio Militar para ser testigos del desfile cívico-militar que conmemoró el 215 aniversario de la Independencia de México. La expectación era palpable; el ambiente, una mezcla de solemnidad y fiesta que solo se vive en estas fechas.

Orgullo y disciplina de los jóvenes del Servicio Militar
El desfile se convirtió en una pasarela de orgullo y disciplina. Los jóvenes del Servicio Militar Nacional, ataviados con sus uniformes, marcharon con paso firme, reflejando el compromiso con su país. "Es un honor estar aquí," comentó uno de ellos, con la cara empapada de sudor y una sonrisa discreta. "Es una experiencia única, te hace sentir parte de algo más grande." A su lado, otro joven asentía. "Es un poco cansado, pero ver a las familias aplaudiendo te da un empujón."

La participación de los niños y las escuelas
El desfile no solo fue para los adultos en formación. Los niños, con sus uniformes impecables y sus banderitas tricolores, eran el corazón de la celebración. Las bandas de guerra de las escuelas resonaron con una energía contagiosa, sus redobles y toques de corneta marcando el paso.
Los padres, con cámaras en mano, no perdían detalle de sus hijos, quienes con un esfuerzo notable mantenían la formación. "Mi hija lleva meses ensayando," dijo orgullosa una madre, con lágrimas de emoción en los ojos. "Verla marchar así, tan formalita, me llena de orgullo."

Fuerzas del orden y seguridad durante el evento
La nota de color y seguridad la pusieron los elementos de las fuerzas del orden. Policías de diferentes corporaciones, bomberos y paramédicos desfilaron en sus vehículos, saludando al público. Sus unidades, relucientes y bien cuidadas, eran un recordatorio del trabajo diario que realizan para mantener la tranquilidad en la ciudad.
El aplauso de la multitud era un agradecimiento silencioso a su dedicación. "Venimos a apoyar a mi papá, que es policía," contó una niña pequeña, aferrada a un globo con la forma de un casco de policía. "Cuando desfiló, grité para que me viera."

Unidad nacional y orgullo patrio
El evento, que se extendió por varias horas, fue un testimonio de la vitalidad del patriotismo en la capital yucateca. Los rostros de los asistentes, bajo el sol mañanero, reflejaban la alegría y el orgullo de ser mexicanos.
El desfile cívico-militar del 16 de septiembre en Mérida no fue solo un acto protocolario, sino un vibrante encuentro donde la historia se unió a la vida cotidiana, donde la disciplina de las fuerzas armadas y la inocencia de los niños se combinaron para crear un espectáculo inolvidable de unidad nacional.