AMBIENTE URBANO
Las ciudades representan la mayor creación del ser humano. Son ecosistemas que crecen, se multiplican, sufren y se enferman, aunque pocas veces mueren, a pesar de que nada garantiza su permanencia en el tiempo. Algunas han tomado decisiones valientes y se han encaminado hacia modelos más organizados basados en el desarrollo urbano sostenible. Para lograr un futuro mejor, se requieren cambios radicales que promuevan el ahorro energético, la conservación del suelo y la puesta en práctica de nuevos estilos de vida urbana en sintonía con el medio ambiente.
Hoy, las consecuencias nos superan: los desastres naturales, las enfermedades crónicas, los accidentes viales, la crisis económica y la contaminación ambiental son solo algunos de los males que padecen nuestras ciudades. Vivimos en colectivo, pero intentamos resolver los problemas de manera individual. Atendemos lo inmediato, pero olvidamos planear para el mañana. Así hemos construido ciudades dispersas.
Existen, sin embargo, ejemplos inspiradores. Barcelona inició una transformación profunda a partir de los Juegos Olímpicos de 1992, multiplicando sus espacios públicos de calidad, antes su mayor carencia. Ámsterdam cambió su modelo de movilidad en los años setenta, cuando el alza del combustible y el aumento de los accidentes viales despertaron la conciencia social. Medellín, por su parte, enfrentó la violencia con inversiones sociales creativas en los sectores más vulnerables y hoy es una referencia en América Latina.
Mérida no necesita remedios temporales ni soluciones superficiales, sino una terapia permanente basada en una visión innovadora. El civismo y el sentido de comunidad, como afirmaba Jane Jacobs, no surgen a golpe de normativa, sino mediante la creación de espacios donde las personas puedan convivir, compartir su tiempo y aprender a mediar y reconocer las diferencias y necesidades de los demás. Recuperar parques, plazas y, sobre todo, banquetas es una tarea impostergable, pues son los espacios que todos usamos y los que permiten tejer el verdadero tejido social de la ciudad.
Este tipo de transformación solo puede lograrse a través del esfuerzo colectivo y la participación ciudadana. Como señala Eva Salaberria en relación con las intervenciones en San Sebastián, es posible si se propicia el trabajo colaborativo e interdisciplinar, y si los valores que defendemos sirven de guía en nuestras relaciones, nuestro comportamiento profesional y nuestro proyecto cultural.
Mérida tiene el potencial de convertirse en una ciudad modelo, no solo en México, sino en el mundo. Puede ser una ciudad segura, próspera y, sobre todo, saludable. Para ello, se requiere participación ciudadana, apertura y un compromiso común. Las ciudades se construyen con el esfuerzo de su gente, y en la fortaleza de la ciudadanía se determinará el nivel de desarrollo que alcanzará en el futuro.