Equipado con un termómetro infrarrojo, el artista austriaco Jonas Griessler mide la temperatura sofocante en un patio interior del centro de Viena. Gracias a su instalación, la temperatura del suelo descendió de 31 a 20 ºC, mejorando la estancia de visitantes y transeúntes.

Creatividad, ciencia y urbanismo

Frente a la colección privada Heidi Horten, su colectivo Holla Hoop cubrió el asfalto negro con colores vivos, en un proyecto que combina arte, ciencia y urbanismo para mitigar las olas de calor y sensibilizar sobre el cambio climático.

“Queríamos mejorar la calidad de la estancia de los visitantes y promover una toma de conciencia”, señaló la curadora Véronique Abpurg, destacando la afluencia de turistas atraídos por la paleta visual.

Pintura como herramienta de adaptación

Las ciudades europeas buscan soluciones urbanas frente a olas de calor más intensas y prolongadas, derivadas del calentamiento global. Los materiales claros reflejan mejor los rayos solares, reduciendo el calor, mientras que los oscuros lo retienen.

“Pieza del mosaico”

El proyecto también tiene un mensaje reflexivo: los tonos infantiles representan la ligereza con que la sociedad aborda el cambio climático. Cada superficie coloreada contiene pequeños puntos que simbolizan mil millones de toneladas de CO2 emitidas por año, permitiendo visualizar el aumento de emisiones entre 1960 y 2000.

“Las zonas se llenan gradualmente”, explica Griessler. “Comienza con nueve puntos y, al final, hay más del triple debido a la actividad humana”.

Beneficios y conciencia social

El profesor Hans-Peter Hutter, especialista en salud ambiental de Viena, explicó que reducir la temperatura del asfalto disminuye la necesidad de aire acondicionado en edificios cercanos y contribuye a un placer creativo esencial para movilizar a la población.

“Necesitamos comunicar mejor el tema del cambio climático para que la gente no pierda la esperanza y vea las medidas de adaptación como una actividad divertida”, agregó Hutter, respaldando la iniciativa.