Amnesia mortal
Jorge Pacheco Zavala
Llegué como siempre, cansada de tantas horas de pie en el trabajo. Me detuve por un momento; pensé que mi teléfono vibraba, pero no, era la lavadora de la vecina del piso de arriba. Esa bendita lavadora estaba en mis sueños y en mis noches de insomnio.
Cuando abrí la puerta del pequeño departamento que rentaba en el centro de la ciudad blanca, noté de inmediato un olor nauseabundo que me paró en seco. No era ese olor rancio y asqueroso, no, era más bien un olor a podrido mezclado con algo de barro puro. El olor del barro es inconfundible, principalmente cuando llueve.
Detenida como estaba, esperé por unos instantes a que mis sentidos se adaptaran a esta nueva realidad. Vi, por un instante en mi mente, la película en cámara lenta de un asesinato; vi también, como si fuera un flashback, a dos hombres que, desconcertados, huían de la escena del crimen. Vi otras cosas, pero esas no me parece pertinente mencionarlas.
Lo que sí era un hecho objetivo es que estaba delante de un acontecimiento repugnante. Mi departamento olía a muerte. Frente al desastre, intenté encender la luz, pero mi mano no llegaba al apagador, y no estaba dispuesta a dar un paso hacia el interior. La leve luz del pasillo se internaba hasta la sala, y ahí formaba líneas perfectas que se difuminaban al chocar con el sofá.
Bajo esas líneas geométricas casi ficticias, un humillo imperceptible se levantaba, y al hacerlo fragmentaba los tubitos de luz que se convertían, más por efecto de esa misma luz que por el polvo producto de la falta de aseo del lugar, en siniestros resplandores del más allá.
Cuando vino mi madre de visita me lo dijo: “No deberías tener este sitio tan desordenado, da cosa entrar…” —Sí madre, lo que tú digas.
Luego de un año de vivir sola, una se acostumbra a la vida independiente y también, porque no decirlo, a la vida sin pendientes.
El caso es que, parada en el umbral del departamento, sometida a una lucha de ideas entre pegar la huida o entrar y enfrentar lo que fuese, me decidí por quedarme estática y valorar la escena. El olor a muerto no disminuía, y asumí que no lo haría. Debía entrar y descubrir lo que yacía en el piso; lo que fuese debía ser reportado; finalmente tenía pruebas de mi ausencia.
Todos moriremos alguna vez. Y quien quiera que estuviese ahí dentro, de seguro ya estaba mejor. Eran mis pensamientos un río de ideas, conexiones indefinidas y superfluas, sin importancia alguna, pero de hecho me ayudaban a validar mi postura.
Las oleadas de olor fétido parecían crecer con los segundos, con los minutos, si es que acaso había ya completado los primeros 120 segundos…
Algo me decía que la espera estaba por terminar. Algo extraño en mi interior me dictaba con urgencia la necesidad de penetrar, de ver por mis propios ojos la dantesca escena. Algo, pero no atinaba a saber con certeza quién o qué. Lanzaría mis cosas por los aires y entraría presurosa. Rompería el diálogo con la incertidumbre y partiría en dos el tiempo, porque quizás, y solo quizás, esta podría ser la última vez que mis pies tocaran tierra libre.
Todos sabemos que la justicia es ciega, y en verdad que la mayoría de las veces no ve lo que debería ver.
Me aventuré y, como si hubiese sido escupida al interior de la ballena de Jonás, trastabillé hasta el apagador y encendí por fin la luz…
Aquello se iluminó de manera total. Ahí estaba mi sala vieja y roída, mi comedor cojo al que ayudaba con un pequeño Larousse para mantener el equilibrio entre lo que está arriba y lo que está abajo. Estaba también la mesita de los siete u ocho libros que contenía mi biblioteca personal, uno de ellos derribado en el piso, y alrededor de él, la escena dispersa por todo el lugar…
Cientos de hormigas, cucarachas, arañas y ratones, tendidos como alfombra por todo el piso. Podridos todos, como en una morgue animal. Había olvidado por completo que por la mañana los exterminadores habían venido a fumigar el departamento.
Me quedó el olor impregnado en las narices y me quedó también la lección inolvidable de las conclusiones anticipadas por causa de mi amnesia…