Ambiente urbano
Juan Carlos Rojo Carrascal
La movilidad urbana en las ciudades es un tema permanente por resolver. Las ciudades medias mexicanas crecieron en el último tercio del siglo pasado y algunas —como Mérida— han mantenido ese ritmo de crecimiento en este primer cuarto del siglo que ahora recorremos. El problema fue que se desarrollaron en función de las necesidades de un ciudadano prototipo que no es el más común en las ciudades. El modelo de ciudadano fue aquella persona adulta, atlética, con todas sus facultades físicas y mentales, que se desplaza en automóvil, que va a su trabajo a una hora y un lugar específico y que mantiene una familia típica.
Las necesidades de los ciudadanos que no corresponden a este prototipo no fueron debidamente resueltas en aquellas ciudades donde las calles para automóviles fueron prioridad, la velocidad significó el progreso y desarrollo y todo lo que iba en contra de ello significaba retraso y deterioro. En este modelo de ciudad, más del 70% de la población resultó afectada, como los niños, las personas de la tercera edad, las que tienen cualquier tipo de discapacidad física ya sea motriz, visual o auditiva (en muchos de los casos no evidente). También la gente que decide caminar o los usuarios de transporte público, las mujeres que afrontan situación de acoso, o personas discriminadas por diversas razones, etcétera, etcétera ¿les suena familiar?
Este amplio grupo de la población vulnerable sigue padeciendo los errores de diseño de la ciudad que favoreció a un selecto grupo de ciudadanos que depende siempre del automóvil para desplazarse y que en muchos de los casos cometen grandes imprudencias sustentadas en la prioridad que asumen tener sobre el asfalto; prioridad que, por cierto, en el ámbito normativo hoy en día están en el último escalafón: después de los peatones, las bicicletas, el transporte público e incluso el transporte de mercancías.
La movilidad activa, que incluye todas las formas de moverse en la ciudad sin depender de motores y que básicamente está representada por la bicicleta y la caminata como los modos activos para desplazarse en la ciudad que dependen de la fuerza motriz de la misma persona que se desplaza. Modos que, dicho sea de paso, resuelven aún muchos traslados en la ciudad. Simplemente, pensemos en todas las personas que realizan un viaje en transporte público siempre suelen complementarlo con otro viaje caminando.
Si se quiere resolver la movilidad urbana de la ciudad de Mérida a fondo, donde impere la equidad y la justicia; deberán enfocarse grandes esfuerzos para impulsar la movilidad activa. Hay atractivos planes de seguir transformando el transporte público en la zona metropolitana de Mérida —que no es mal plan— pero si estos planes no contemplan las condiciones óptimas para los desplazamientos complementarios caminando o en bicicleta no se resolverá debidamente la necesidad del usuario. De poco sirve todo el lujo del Ietram si al bajar de él, se arriesgará la vida por cruzar una calle o por la ausencia de banquetas cómodas y seguras para llegar a su destino. La movilidad activa es un tema de salud, de bienestar, medioambiental y de empoderamiento social. Vale la pena su atención.
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