AMBIENTE URBANO

JUAN CARLOS ROJO CARRASCAL  

La ciudad de Mérida ha sido reconocida como la ciudad de los árboles en más de una ocasión. Tiene lugares donde sorprenden sus imponentes árboles que sobrepasan en muchas ocasiones la altura estándar de las especies que caracterizan la selva regional. Sin embargo, cuando vemos la imagen satelital podemos comprobar que la zona urbana ha sufrido una deforestación que implica una de las principales causas de los sensibles cambios ecológicos que la ciudad ha experimentado en los últimos años como el excesivo calor y las constantes inundaciones cada vez son más frecuentes y prolongadas.

Sin embargo, Mérida puede ser diferente y tiene solución. Recuperar lo verde en la ciudad va más allá de programas de forestación en parques y jardines (que siempre ayudan, pero no resuelven). El espacio público, que incluye parques, plazas y sobre todo calles y banquetas, debiese ser un continuo corredor verde en toda la ciudad, que sumado a los corazones de manzana que preservan verdaderos bosques naturales, pueden conformar un interesante ecosistema urbano que convertiría a Mérida en una ciudad mucho más valiosa y atractiva.

Es de vital importancia para las ciudades recuperar “su piel natural” mediante la naturalización de los espacios abiertos y la permeabilidad de sus pavimentos. Esto implica priorizar en las calles la existencia de vegetación. Menos asfalto o cemento y más suelo natural. Las banquetas de la ciudad son lugares eternamente olvidados en programas de reforestación y sin embargo son los que más la requieren. Sombrear banquetas es una estrategia de salud pública toda vez que facilitarían la caminabilidad y el uso de la bicicleta como medio de transporte. 

Pensemos en las calles de la ciudad como lugares para estar en ellos y no como espacios para desplazarse en ellos.

Los espacios abiertos de la ciudad deberían lucir naturalizados, coloridos y llenos de vida, aunque, muchas veces, esto contravenga intereses comerciales o de otra índole que hace que se derriben árboles para dejar pasar cables, o para que se “aprecien” grandes y peligrosos espectaculares o simplemente para “lucir” un edificio.

La infraestructura ecosistémica en las ciudades genera servicios invaluables para la ciudad y su población: Son reductores de contaminación y ruido, generan oxígeno, disminuyen el calor, propician condiciones para caminar y usar la bicicleta, fortalecen la identidad y el patrimonio natural, reducen inundaciones, enriquecen el paisaje, en muchos de los casos son productores de alimentos, mejora la plusvalía de los lugares y operan como verdaderos instrumentos de servicios psicoemocionales para la población (vital para Mérida si tomamos en cuenta sus altos índices de suicidio).

Además, el principal valor de la infraestructura ecosistémica es que soporta la biodiversidad regional que no debería expulsarse de la ciudad, sino todo lo contrario. La naturaleza se debe imbricar en la trama urbana de la ciudad y nosotros, como ciudadanos, debemos aprender a vivir con ella y no solo vivir de ella.

Sigamos conversando: juancarlosrojo@uas.edu.mx