Cierra los ojos y piensa en tu primer paseo escolar al Museo de Historia Natural. El bullicio en el autobús, la emoción al llegar… y ese momento inolvidable: el rugido del dinosaurio animatrónico que abría la boca y movía la cabeza ante tus ojos.
Para miles de niñas y niños de Mérida, este T. rex no es solo una pieza de exhibición: es la puerta al asombro, al mundo de la paleontología y una de las memorias más vívidas de la niñez.
Dinosaurio Museo de Historia Natural:Un ícono cultural con historia carnavalesca
El dinosaurio del Museo de Historia Natural fue creado a inicios de los años 90 por el artista canadiense Manuel Gilabert, famoso por sus estructuras monumentales para carnavales y ferias. Originalmente fue parte del Carnaval de Mérida y desfiló por ciudades como Campeche y Cancún.
En 1995, fue incorporado a la sala de paleontología del museo como parte de su reestructuración, y desde entonces se convirtió en uno de los íconos más queridos del recinto.
Diseño artesanal, movimiento realista y mantenimiento constante
Aunque con los años ha perdido parte de sus funciones originales —como echar humo o fuego—, hoy sigue moviendo la cabeza, abriendo la boca, parpadeando y rugiendo gracias a un sistema neumático artesanal, rediseñado y actualizado en varias ocasiones.
El mantenimiento ha sido constante y costoso. Desde tubos de cobre y boosters reciclados, hasta intervenciones estudiantiles y visitas del propio Gilabert para renovar sus mecanismos.
Más que una figura: un símbolo del asombro infantil
Donado por la cervecería que lo encargó, este T. rex es hoy una figura esencial en la memoria colectiva de Mérida. Su presencia genera risas, asombro y recuerdos entrañables para quienes lo vieron moverse por primera vez.
“Prácticamente todos los meridanos lo recuerdan”, afirma Juan José Durán Nájera, director del museo.
Y aunque el paso del tiempo se nota en su piel, su capacidad de fascinar permanece intacta.