En el artículo escrito por la doctora en Historia Lucero García Reyna, titulado "Un nuevo hogar para los menonitas de la Vieja Orden", publicado en la revista Mirada Ferroviaria, se señala que los menonitas son un grupo religioso anabaptista cuyos orígenes se remontan a la Reforma protestante del siglo XVI.
Reciben su nombre de un sacerdote católico holandés que se convirtió al anabaptismo, llamado Menno Simons, quien en 1536 fijó los principios de su movimiento religioso. Estos incluían la oposición al bautismo de bebés y niños, al pago de indulgencias, al sistema monástico, al reconocimiento del Papa como autoridad eclesiástica, al ayuno, a la confesión, a la adoración de los santos, al celibato del clero, a las peregrinaciones, al apoyo a cualquier movimiento armado y al servicio militar.
En ese sentido, sus seguidores, bautizados únicamente en la edad adulta, debían llevar una vida pacífica y sencilla, separada del mundo terrenal, para evitar caer en pecado.

Durante el siglo XVI, los menonitas enfrentaron persecuciones religiosas constantes, tanto por parte de autoridades católicas como de otros grupos cristianos. Estas hostilidades marcaron profundamente su historia, llevándolos a vivir en un ciclo permanente de migraciones.
Respeto a su fe y sus migraciones
Dondequiera que se asentaban, solicitaban a los gobernantes respeto por su fe, su estilo de vida y un acuerdo conocido como el Privilegium. Este documento establecía su exención del servicio militar, del juramento civil y, en muchos casos, de la educación oficial, según explica el investigador Yann Le Polain en un estudio sobre la migración menonita hacia América Latina.
Cada vez que estas garantías se veían amenazadas, los menonitas optaban por abandonar el lugar y buscar un nuevo hogar. Así, durante siglos, migraron por distintos países como Bélgica, los Países Bajos, Prusia, Ucrania y Rusia.
A finales del siglo XIX, protagonizaron una importante migración hacia Canadá, donde se establecieron principalmente en la provincia de Manitoba.
Sin embargo, cuando las políticas del gobierno canadiense comenzaron a promover la integración cultural y pusieron en riesgo su modo de vida, se inició una nueva oleada migratoria. Fue entonces, en la década de 1920, cuando los primeros grupos menonitas se trasladaron a México y Paraguay, como documenta Le Polain en su investigación sobre los asentamientos en América Latina.

A partir de entonces, los menonitas comenzaron a expandirse hacia otros países de América, hasta conformar en la actualidad alrededor de 214 colonias distribuidas en nueve naciones del continente, señala Le Polain. Estas incluyen: Argentina, Belice, Bolivia, Colombia, México, Perú y Paraguay.
La mayoría de los miembros de las colonias menonitas en América Latina son menonitas étnicos, es decir, descendientes directos que no provienen de conversiones, quienes mantienen intactas sus tradiciones y formas de vida ancestrales.
Menonitas conservadores y liberales
La antropóloga Ruhama Pedraza, tras vivir un año con estas comunidades para su investigación de campo, distingue dos grandes grupos dentro de los asentamientos menonitas: los conservadores y los liberales.
Conservadores
Aunque presentan diferencias, ambos grupos comparten una estructura social común. Son comunidades agrícolas cerradas donde los hombres se encargan del trabajo en los campos y la ganadería, mientras que las mujeres gestionan las labores del hogar y la familia.
El idioma que usan para comunicarse es el plódich, una lengua ancestral que mezcla bajo alemán, prusiano y neerlandés. Este idioma forma parte del currículo básico en sus escuelas, junto con la aritmética y la enseñanza bíblica.
Estas comunidades mantienen una convivencia exclusiva entre menonitas, practican el bautismo únicamente en la edad adulta y creen que tener muchos hijos fortalece su vínculo espiritual con Dios.

La antropóloga Pedraza destaca que "tienen un fuerte sentido de identidad étnica; aunque hayan nacido en México o en otros países, se consideran menonitas y valoran diferenciarse del resto de la sociedad", indicó para BBC.
“Son una sociedad patriarcal donde las decisiones principales las toman los hombres. Aunque las mujeres tienen un papel fundamental, este se limita principalmente a la administración del hogar,” explica la antropóloga.
Las colonias menonitas suelen establecerse en lugares remotos, alejados de influencias culturales modernas y tecnologías contemporáneas. Por esta razón, en algunas comunidades todavía se utilizan carretas para el transporte y maquinaria agrícola tradicional, incluso sin neumáticos.
Liberales
A diferencia de los grupos conservadores, los menonitas liberales comenzaron un proceso de apertura en la década de 1960, marcando una ruptura con muchas de las prácticas tradicionales que caracterizan a las colonias más estrictas.
Actualmente, estas comunidades utilizan vehículos modernos y maquinaria agroindustrial pesada, adoptan tecnología de comunicación como teléfonos celulares y acceso a internet, y están más dispuestas a interactuar con personas fuera de su comunidad.

En función del país donde se establecen, muchos de sus miembros aprenden otros idiomas además del plódich, como el español en México o Paraguay y el inglés en Canadá, Estados Unidos o Belice, facilitando así una mayor integración cultural y económica con el entorno.
Devastación ambiental a cambio de gran productividad
En las regiones donde se establecen, las colonias menonitas generan enclaves de alta productividad y riqueza agrícola, convirtiéndose en actores clave de las economías locales. Durante el siglo XX, lideraron la producción de carne bovina en Paraguay, el cultivo de soya en Bolivia y el desarrollo de la industria láctea en el norte de México, según documenta el investigador Yann Le Polain.
Este crecimiento no es casual. Las comunidades menonitas invierten continuamente en sus tierras. “Hay una fuerte inversión en tecnologías agrícolas, especialmente en semillas, fertilizantes y sistemas de riego. Incluso adaptan o inventan su propia maquinaria”, explica la antropóloga Ruhama Pedraza, experta en dinámicas sociales de estas comunidades.

Gracias a este modelo autosostenido, donde todo lo que se gana se reinvierte en el campo, logran una dinámica de productividad intensiva y constante. Sin embargo, este éxito productivo también trae consigo consecuencias ambientales preocupantes.
Para habilitar nuevas tierras agrícolas, los menonitas suelen aplicar la técnica conocida como "roza-tumba-quema", que implica la tala de miles de hectáreas de selva o bosque, seguida de la quema de los restos vegetales. Este método, advierte Pedraza, provoca una fuerte deforestación y contribuye significativamente a la contaminación ambiental.
“Generan una gran depredación del ecosistema”, señala la antropóloga. Además, perforan pozos profundos en busca de agua, sin considerar la sostenibilidad del recurso. “Si deben cavar 100 metros o más para encontrar agua, lo hacen, pero eso termina agotando el suministro, no solo para ellos, sino también para las comunidades vecinas.”
A pesar del impacto ambiental, muchas veces estos problemas pasan desapercibidos. “No se genera mucho escándalo porque los menonitas, donde se establecen, también generan enclaves de riqueza y dinamismo económico”, concluye Pedraza.
Menonitas en Yucatán
Si bien a finales de la década de los 80 empezaron a verse los primeros menonitas en Yucatán, la realidad es que no se tiene una certeza de su llegada.
Eduardo Batllori Sampedro, investigador del Departamento de Ecología Humana del Centro de Investigaciones y Estudios Avanzados, Unidad Mérida, señaló en entrevista para 24 Horas que no se sabe exactamente cómo llegaron a tierras yucatecas..
“No se sabe realmente cómo llegaron los grupos menonitas a territorio estatal, sabemos que en ocasiones rentan terrenos ejidales y en algunos casos el Gobierno Federal les ha otorgado terrenos nacionales a un costo muy bajo”, señaló.

Consideró que lejos de adaptarse y ser un factor de buena convivencia, las comunidades menonitas, en especial las que están asentadas cerca de la Reserva Biocultural El Puuc, han demostrado un comportamiento “depredador” por el desmonte sin permiso de zonas de selva y por el abuso en el uso de agroquímicos, además de usar sustancias que están ya prohibidas por las normas oficiales mexicanas.
Todo lo anterior fue señalado debido a que la Profepa ha llevado a cabo inspecciones en terrenos ubicados en Yucatán, Campeche y Quintana Roo. Las acciones más recientes resultaron en la clausura de siete áreas que, en conjunto, suman más de 2,608 hectáreas de selva, debido al desmonte y el cambio de uso de suelo sin autorización, destinado ahora a monocultivos agroindustriales impulsados por comunidades menonitas.
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