¿A qué obedece el silencio sepulcral de quien fuera el chairo más fifí de todos los colaboradores del gabinete obradorista? ¿Por qué ha optado por imitar a La Muñeca Fea, de Cri-Cri (“escondida por los rincones/ temerosa que alguien la vea”) en lugar de dar la cara ante los señalamientos del Departamento del Tesoro de Estados Unidos?
Hoy se cumple una semana de que se dio a conocer que CIBanco, Intercam Banco y Vector Casa de Bolsa —propiedad del empresario Alfonso Romo Garza, otrora poderoso jefe de la oficina de la Presidencia, del 2018 al 2023, con Andrés Manuel López Obrador— fueron identificadas por la Red de Control de Delitos Financieros del Departamento del Tesoro de EU (FinCEN, por sus siglas en inglés) como entidades financieras que lavan dinero para cárteles mexicanos que trafican fentanilo a la Unión Americana, lo que le valió a la fiscal general estadounidense, Pam Bondi, para que nos incluyera en una lista de lo que la funcionaria consideró “adversarios” del país de las barras y las estrellas, junto a China y Rusia, entre otras naciones.
Una semana exacta durante la cual Romo Garza y sus abogados no han asomado las narices para decir: “Ésta boca es mía”.
Desde su irrupción en la actividad política, esto a inicios del presente siglo, Romo Garza logró acumular un poder inconmensurable, a grado tal que llegó a convertirse en el hombre de mayor peso dentro del primer círculo del expresidente López Obrador, a pesar de que en su momento éste lo señaló de corrupto en uno de sus libros por haber sido uno de los principales beneficiarios del Fobaproa.
Pero, como le ocurrió a muchísimos otros que hoy son morenistas irredentos, a Poncho Romo se le concedió la absolución y la unción a través de la bendición del santo patrono de las causas obradoristas. Y con eso le bastó para convertirse en uno de los consentidos de El Peje.
Pero al interior de la llamada cuatro-té muchos veían con recelo y desconfianza a Romo Garza, entre ellos el fallecido Carlos Urzúa Macías.
Más allá de las filias y las fobias que Romo sembró y cosechó al interior de un movimiento al que definitivamente jamás ha pertenecido y al cual se arrimó por pura conveniencia personal, ahora tiene que hacerle frente a los señalamientos del Departamento del Tesoro del país más poderoso del planeta y el cual difícilmente va a fundamentar algún señalamiento con base suposiciones porque allá, nos guste o no, tienen el rigor y la infraestructura para hacer investigaciones atingentes y exhaustivas.
El equipo legal de Romo tiene que ponerse a trabajar para contrarrestar el argumento de FinCEN que asegura que la casa de bolsa Vector es un ente facilitador del narcotráfico. Y, mientras, veamos cuántos se ponen a tragar sapos con la perorata obradorista de que “en México todos los negocios ilícitos siempre llevan el visto bueno del Presidente. ¿Cómo un Presidente no se va a dar cuenta de lo que está haciendo un director general, un secretario?”
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