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VOZ DE TINTA

JORGE PACHECO ZAVALA

Una palabra, una idea, una frase, un libro…
Y de pronto, como si de un hechizo se tratara, los universos creados comienzan a existir. Y esas palabras que hasta hacía unos días solo habitaban en la mente del autor, se transforman en decodificadores clave para el lector. Lo que le sigue es una serie de hallazgos que sin duda harán de la experiencia lectora única e invaluable.

La literatura construye mundos (ficticios o no) para ayudar a entender la realidad. También genera las oportunidades concretas para derribar paradigmas sociales, económicos, culturales o filosóficos. La literatura, ya sabemos, es un arte, pero este arte se vale del lenguaje para crear emociones, imágenes y reflexiones. Es la literatura en sí misma una experiencia cuya mayor virtud descansa en la belleza de la palabra y sus construcciones. A estas estructuras se les llama entramados. Y es en el entramado donde se encuentra justificada la raíz etimológica de la palabra texto (textum, latín), para decir que algo ha sido tejido o bordado.

Ahora bien, habrá que diferenciar entre urdir y entramar. Mientras que entramar se refiere a la base, estructura o esqueleto de un texto, urdir es ya la complejidad que el texto adquiere por el uso de recursos en el proceso creativo, tales como las atmósferas, las figuras retóricas, los simbolismos, las descripciones psicológicas de los personajes, etc.

Ambos recursos son utilizados en el proceso artesanal de la elaboración de las hamacas. No es extraño que una de las acepciones en náhuatl sea matlatl, y que su significado sea “red para descansar”. Esta red bordada es similar en función con la palabra latina textum, que significa tejido. Al final, el texto que se construye con entramados y urdimbres es una red que atrapa y hace descansar al lector agobiado por la cruda realidad de la vida.

Cuando un texto solamente contiene en su estructura el entramado, solemos decir que la historia está plana, sin interés ni profundidad. Le hace falta lo que aparece en la expresión coloquial que muchas veces llegamos a escuchar en alguna conversación, cuando alguien dice: “desconozco lo que ellos urden contra mí”.

La literatura es una expresión artística viva que a su vez transmite vida. Es un verso convertido en poema, una idea convertida en novela, un instante transformado en cuento, una vivencia hecha crónica, una herida convertida en drama. La literatura contiene el poder suficiente para abrir los ojos y mostrar el mundo descubierto; tiene la facultad de dar la paz necesaria para el tiempo del reposo. Es el acompañante perfecto para el caminante que ha llegado al final del camino; ya sea que viva o muera, en la literatura encontrará siempre un reducto para habitar.

La literatura busca constantemente a su lector elegido como si de un designio divino se tratara. El lector aguarda con expectativa creciente la llegada del nuevo título que le habrá de mostrar los nuevos hallazgos de su autor predilecto. Y mientras espera, su propia imaginación ya se le ha adelantado interpretando la nueva historia.