Foto: especial
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Las actuales generaciones no están preparadas ni emocional ni logísticamente para afrontar un huracán de grandes magnitudes, debido a que en las últimas décadas se ha generado una sensación de inmunidad entre los jóvenes porque no han vivido en carne propia un gran fenómeno meteorológico.

El desdén por la falta de huracanes

Lo anterior fue señalado por el antropólogo William Dzul,   quien advirtió que el tiempo sin huracanes mayores ha generado una sensación de exención entre las personas. “La memoria de los huracanes es comunitaria, se transmite de generación en generación. Pero con el paso del tiempo y la falta de eventos catastróficos, el recuerdo se diluye”, explicó.

El entrevistado precisó que esto podría tener consecuencias. “Si llegara hoy un huracán como Isidoro o peor, la reacción social sería de sorpresa, caos y probablemente una alta afectación, no por el fenómeno en sí, sino por la falta de preparación emocional y logística”.

Foto: cuartoscuro.com

Isidoro y Gilberto

Han pasado más de dos décadas desde que el huracán Isidoro azotó Yucatán con una furia que aún estremece a quienes lo vivieron. Antes, en 1988, Gilberto había hecho lo propio en el estado. 

Ambos fenómenos afectaron la infraestructura, la economía y permanecen en la memoria colectiva de generaciones que hoy observan cómo las nuevas no han vivido un huracán de gran magnitud.

En términos generales, aproximadamente el 32 % de la población de Yucatán tiene menos de 20 años, según el Censo 2020, lo que significa que una cifra aún mayor -debido a los procesos migratorios- no ha vivido un huracán de gran envergadura, tomando como referencia a Isidoro en 2002.

Para don Raúl Orozco, vecino de la colonia Jesús Carranza, los días de Isidoro no se olvidan. “No sabíamos cuándo iba a parar. Todo volaba. Las láminas, las ramas, los anuncios. Llovía sin parar, el viento no paraba”, recordó. “Estuvimos dos semanas sin luz ni agua”.

Generaciones actuales son frágiles para afrontar un huracán
Foto: cuartoscuro.com

Procivy ya se encuentra preparada

Para mitigar riesgos, la Coordinación Estatal de Protección Civil de Yucatán (Procivy) mantiene activo un sistema de alertas por colores que permite a la población identificar el nivel de peligro y actuar en consecuencia. 

Aunque ningún huracán ha golpeado Yucatán con la intensidad de Isidoro en los últimos 20 años, varios sistemas tropicales han generado afectaciones. En 2005, la tormenta tropical Stan trajo lluvias intensas e inundaciones. En 2010, Alex provocó precipitaciones aunque no tocó tierra en el estado. 

En 2020, la tormenta Cristóbal causó inundaciones en el oriente del estado y daños a cultivos. Un año después, el huracán Grace pasó como categoría 1 al norte de la península, dejando lluvias intensas. En 2022, los ciclones Agatha y Lisa provocaron lluvias esporádicas en la región.

Falta de experiencia puede llevar a subestimar el peligro

En ese sentido, la doctora Patricia Gilí López, expresidenta del Colegio de Psicólogos de Yucatán (2019-2023), advirtió que, para quienes nunca han enfrentado un fenómeno de esta naturaleza, las consecuencias pueden ser especialmente graves. 

El impacto emocional puede ser muy significativo, especialmente en personas que nunca han vivido un huracán o que no son oriundos de la región”, explicó a 24 HORAS Yucatán. 

Una de las preocupaciones más urgentes, apuntó la doctora Gilí, es que el desconocimiento -o la falta de temor- frente a estos fenómenos puede traducirse en comportamientos de riesgo. 

Cuando no hay una memoria emocional o colectiva del peligro, las personas pueden subestimar las recomendaciones y tomar actitudes que pongan en riesgo su vida y la de otros. Esto puede incluir no evacuar a tiempo o no seguir los protocolos de emergencia”, comentó.

Sentenció que la falta de experiencia directa puede llevar a subestimar el peligro real, lo que a su vez puede generar un estado de shock o desorganización emocional al enfrentarse por primera vez a la fuerza de la naturaleza.

Generaciones actuales son frágiles para afrontar un huracán
Foto: cuartoscuro.com

El miedo, la ansiedad y el pánico, añadió, son reacciones comunes. Pero si el evento pone en riesgo la vida propia o la de seres queridos, pueden aparecer trastornos del sueño, irritabilidad o incluso síntomas de estrés postraumático.

La angustia de estar sin internet

Más allá del peligro inmediato, adelantó, la pérdida prolongada de servicios básicos como el internet, la electricidad o el agua potable también puede convertirse en una fuente importante de angustia emocional. 

La pérdida prolongada de servicios básicos afecta directamente la sensación de seguridad y control”, afirmó Gilí. “El quedarse sin internet, por ejemplo, interrumpe la comunicación con seres queridos y el acceso a información importante, lo que puede aumentar la ansiedad y la sensación de aislamiento”.

En adolescentes, señaló, la desconexión digital puede tener efectos aún más profundos, pues muchas de sus relaciones, actividades escolares y hasta su autoestima están vinculadas a plataformas digitales. 

Estas tensiones, agregó, pueden derivar también en un aumento del conflicto familiar, retraimiento o desregulación emocional, sobre todo si no se cuenta con herramientas para sobrellevar la situación.

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