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VOZ DE TINTA


Jorge Pacheco Zavala

La Castellanos que yo conozco se pasea por los rumbos de lo poético, lo ensayístico y el pensamiento compartido entre la política, el periodismo y lo académico literario. La Castellanos que yo leo cuando abro uno de sus libros es una autora que delimita claramente su postura feminista y su lucha por los derechos de los indígenas, y lo lanza a los aires confiada en que más de una mente estará abierta y receptiva, no solo para leerla, sino también para entender su mundo.

Pese a que es un lugar común, diré que Rosario Castellanos fue una adelantada a su tiempo, una mujer genio que, aún hoy, muchos de sus escritos siguen provocando reflexión debido a su actualidad, pese a que fueron publicados hace ya más de medio siglo.

Unos días atrás, quise conseguir un ejemplar de ella en una librería conocida, que se precia por cierto de ser culta y cuyos ingeniosos anuncios espectaculares en amarillo llaman la atención por ser humorísticos; y cuando le pregunté a quien me atendió, me miró como si quisiera regresarme la pregunta. Y sí, me la devolvió, pero en modo casi inadvertido…

¿Ella qué escribe?

No solo esta generación ignora a autores y pensadores célebres que han marcado al país; también buena parte de mi generación está ausente. Pero, por supuesto, hay asuntos más importantes que las raíces culturales de un país como el nuestro…

Rosario Alicia Castellanos Figueroa nació en la Ciudad de México el 25 de mayo de 1925. Sin embargo, ella misma se consideraba chiapaneca, debido a que prácticamente recién nacida la llevaron a vivir a Comitán.

La obra de Castellanos contiene tres vértices centrales, que a modo de bisagras abren accesos a mundos tan disímiles pero al fin compatibles en sus estructuras creativas: la literatura, la cultura y el mundo indígena, y el feminismo.

La obra de Rosario Castellanos es abundante: ensayos, poemas, obra epistolar, relatos, novelas, dramaturgia, etc. Es clara su vocación en pro de los indígenas, misma que retrata en su volumen de relatos Ciudad real.

Sin embargo, es su novela Balún Canán la que le vale el Premio Chiapas en 1958. Y en 1960, con la misma novela, gana el Premio Xavier Villaurrutia.

Tengo el privilegio de tener entre mis alumnas a una autora (cuya edad desconozco), que a su vez fue alumna de Rosario Castellanos en la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM. La referencia y alusión a ella es:
“Era sencilla y muy accesible”.

Sus poemas son, quizá, donde más se ve reflejada la escritora feminista. Y son, además, donde quienes la conocen poco —literariamente hablando— la identifican más. He aquí unas líneas de este genio creativo…

AMOR (fragmento)

El que se va se lleva su memoria,
Su modo de ser río, de ser aire,
De ser adiós y nunca.

Hasta que un día otro lo para, lo detiene
Y lo reduce a voz, a piel, a superficie
Ofrecida, entregada, mientras dentro de sí
La oculta soledad aguarda y tiembla.

Rosario Castellanos vive en su lenguaje construido con barro y fragmentos de voces que nunca se olvidan; vive en cada lector que renueva su vocación por el desamparado, cuya palabra permanece aún ahogada por el dolor y la muerte…