Foto: Cortesía

Hay también otros sueños 

JOSÉ PACHECO ZAVALA 

Era la segunda ocasión en esa noche que el insomnio le interrumpía el sueño reparador. Mientras meditaba en lo que podría hacer para remediar su situación, arrojó lejos la vieja
almohada que había tolerado por meses.

Es ella la culpable de mis desvelos, vociferó, con la molestia aún atorada entre el plexo y la 1a vértebra torácica.

Frente a él, se asomaba tímido el borde del empaque de aquella almohada comprada en un bazar de saldos. Alentado por la expectativa de una “nueva almohada”, se dispuso a rasgar su envoltura y se fue de nuevo a la cama.

Nunca pudo superar la experiencia única de esa noche: aparecieron entonces los alunizajes en planetas desconocidos y hostiles, los celos asesinos de la mujer de negro, los mutantes que como fieras lo perseguían sin descanso, los monstruos de dos cabezas que lo acosaban, las serpientes cuyos ojos leían su mente; también aparecieron los cielos mortecinos eternamente oscuros y sin gravedad, donde habitaban hienas con forma de mujer y lobos con apariencia de hombre.

Así comenzaron sus primeras historias que resultaron éxitos editoriales.Emocionado por lo conseguido, fue en busca de aquel bazar de antigüedades, sin embargo, el terreno baldío con el que se encontró, no tenía registro en el presente siglo de haber albergado bazar o mercado alguno.

Cuando regresó a su hogar, lo consoló el hecho de que al menos tenía con él la onírica
almohada. Al entrar a su aposento, un aroma singular lo llenaba todo.

Tras una búsqueda inútil, se detuvo algunos instantes frente a su cama donde creía haberla dejado: no estaba equivocado; el lugar de la cabecera, ante la ausencia de la almohada, emanaba un intenso aroma a jazmín que parecía no extinguirse nunca…