Las campanas de la Catedral de San Ildefonso sonaron 100 veces para despedir a Jorge Mario Bergoglio, el papa Francisco, máximo líder de la Iglesia católica, quien falleció en las primeras horas de ayer a los 88 años de edad, luego de una larga lucha contra una enfermedad respiratoria.
El toque de las campanas captó la atención de quienes se encontraban en las inmediaciones del templo más importante de la fe católica en la entidad y se convirtió en un llamado a los líderes y fieles a participar en las actividades que preparó la Arquidiócesis de Yucatán por el fallecimiento del papa.
Poco antes de que se realizara una misa en su memoria, el Vaticano informó que Francisco falleció a causa de un derrame cerebral que derivó en una insuficiencia cardiaca irreversible.
Fieles yucatecos rinden homenaje
En silencio, poco a poco empezaron a llenarse los bancos de fieles en la Catedral, así como de representantes de las congregaciones religiosas femeninas, sacerdotes, párrocos, seminaristas, entre otros miembros que integran a la gran familia católica que aún preserva Yucatán.
El deceso ocurrió a las 7:35 de la mañana, tiempo de Roma, en su residencia de la Casa Santa Marta, según anunció el camarlengo, el cardenal Kevin Joseph Farrell.
Jorge Mario Bergoglio murió un día después de impartir su última bendición urbi et orbi. Había pasado más de un mes hospitalizado en el Policlínico Gemelli de Roma por una infección respiratoria y recibió el alta el pasado 23 de marzo.
Su muerte marca el final de un pontificado que duró más de 12 años y que será recordado por su enfoque pastoral, su apertura hacia temas sociales y su cercanía con los más necesitados. Él fue el primer papa latinoamericano.
El legado de misericordia y justicia
“Hoy al terminar su pontificado el papa Francisco, el 266 sucesor de San Pedro, entrega buenos frutos a su pueblo. No tuvo miedo de hablar de la voluntad de Dios, no tuvo miedo de decir, por ejemplo, que los que practican el aborto es como contratar a un sicario”, señaló durante la homilía en su honor el Obispo Auxiliar de la Arquidiócesis local, monseñor Pedro Mena Díaz.
“No tuvo miedo de decir que los que construyen los muros terminarán encarcelados en los muros que han construido, haciendo alusión al muro de la frontera con México y otros tantos. No tuvo miedo de pedir que los migrantes sean integrados antes de que sean expulsados. No tuvo miedo de decir que: estamos en una tercera guerra mundial, pero a pedacitos, y no se cansó de pedir por la paz en donde más se necesitaba”, añadió.
“Y a los miembros de la Iglesia nos recuerda reiteradamente que Dios es misericordia, que el nombre de Dios es misericordia; y decretó el Año Santo de la Misericordia. No tuvo miedo de decirnos que en la Iglesia caben todos, y repetía: todos, todos”, sostuvo el obispo.
Sin duda, continuó, fue un líder que puso a reflexionar, fiel a su carisma de jesuita, enseñó el valor del discernimiento, “algo que nos urge practicar hoy en día, cuando las redes sociales nos presentan tantas falsas verdades que muchos sin discernir, aceptan sin más”.
Tras la misa, los asistentes se retiraron con el mismo silencio con el que llegaron para despedirse de su máximo representante y en el atardecer, las iglesias y parroquias hicieron una eucaristía para pedir por el eterno descanso de quien aseguran, fue uno de los líderes que más cambios vivió e impulsó en el seno del cristianismo.
El arzobispo de Yucatán no pudo estar presente en la eucaristía, debido a que se encontraba fuera del estado; sin embargo, a través de sus redes sociales envió un mensaje de condolencias.
El rector de la catedral de San Ildefonso, Juan Pablo Moo Garrido, explicó que, por respeto a la última voluntad del papa Francisco, se le enterrará en un ataúd de madera sencillo, sin las especificaciones de sus antecesores y será sepultado en la basílica romana de Santa María la Mayor y no en la Basílica de San Pedro, dada la devoción que le tenía a la virgen.
Dijo que una vez realizadas las ceremonias fúnebres, en un plazo no mayor a 15 días, y ante la sede vacante, los cardenales de todo el mundo deberán acudir a Roma, a fin de iniciar el cónclave, el organismo que se encargará de la elección del nuevo papa.