La economía norteamericana ha pasado, en cuestión de semanas, de un optimismo moderado a una incertidumbre creciente. El detonante: la batería de aranceles impuesta por la administración de Trump. Una decisión que, si bien justificada bajo diversos argumentos, ha provocado tanto una respuesta inmediata de sus socios comerciales como un efecto dominó en las proyecciones económicas a corto y mediano plazo.
Sin duda, Trump ha decidido jugar una carta arriesgada. Al tratar de imponer aranceles del 25% a las importaciones provenientes de México y Canadá, ha puesto en jaque a la economía de estos países, pero también a la propia estabilidad de Estados Unidos. La Reserva Federal ya ha revisado a la baja su estimación de crecimiento para el primer trimestre del año, anticipando una posible contracción del 1.5% –una señal clara de que algo está profundamente mal.
Pero el impacto no se limita a las cifras macroeconómicas. Los aranceles tienen un impacto real y directo en la vida de las personas. En México, por ejemplo, sectores clave podrían verse gravemente afectados, perjudicando tanto a las grandes empresas, como a millones de familias que dependen de estos empleos.
Frente a ello, la presidenta ha respondido con calma y firmeza, anunciando que su gobierno sostendrá una llamada el próximo jueves, y que esperará hasta el domingo para revelar las medidas que tomará; dejando claro que nuestro país si bien mantiene la puerta abierta a la negociación, también está preparado para lo peor y, en su caso, para buscar otros socios comerciales si es necesario.
Lo anterior, toda vez que según estimaciones de Standard & Poor's, la economía mexicana podría entrar en recesión si los aranceles se mantienen durante un período prolongado, mientras que el crecimiento del PIB podría reducirse hasta en 2%, lo que tendría un impacto devastador en un país que ya enfrenta desafíos económicos significativos.
En ese marco, y más allá de que La Casa Blanca haya dado un paso al frente al anunciar que retrasará al 2 de abril la imposición de aranceles sobre los automóviles; lo que está en juego aquí es la estabilidad económica de la región; pues la imposición de estos aranceles representa una clara violación al T-MEC.
Este acuerdo, que busca fortalecer la integración económica de la región, establece que los productos que cumplen con las reglas de origen acordadas pueden exportarse con 0% de arancel entre los países miembros. Por lo que la decisión unilateral de Trump podría acelerar una revisión anticipada del tratado, lo que generaría inestabilidad en los mercados y afectaría las decisiones de inversión a largo plazo.
Ante estas circunstancias, lo cierto es que, en el corto plazo, todos pierden. Los consumidores pagarán más por los productos, las empresas enfrentarán mayores costos y las economías sufrirán. De modo que las decisiones que se tomen en los próximos días serán clave y seguro tendrán un impacto profundo y duradero en la relación entre estos tres países. Ojalá prevalezca la cordura y se encuentre una solución que beneficie a todos, antes de que sea demasiado tarde.
Consultor y profesor universitario
Twitter: Petaco10marina
Facebook: Petaco Diez Marina
Instagram: Petaco10marina