AMBIENTE URBANO
Juan Carlos Rojo Carrascal
Las ciudades muestran constantes síntomas de enfermedades: La obesidad puede equivaler a la expansión urbana descontrolada que induce a la inmovilidad. El exceso de colesterol es el exceso de automóviles que congestionan sus arterias. Las fiebres son aquellas islas de calor derivadas de la incontrolable deforestación y de igual manera las urbes sufren de estrés hídrico y deshidratación. Al igual que cualquier ser vivo, las ciudades requieren de buenos hábitos para estar en forma y para que su población goce esa calidad de vida que todos anhelamos.
Una calle saturada de botes de basura rebosada y maloliente es como una alergia desatendida de la piel. El camión recolector de basura actúa como una loratadina. Oculta los síntomas de la enfermedad, pero no actúa en sus causas. Es mejor evitar las enfermedades antes que curarlas, por tanto, es un tema de prevención.
La basura es un problema social, económico y ambiental exclusivo del ser humano. Ningún otro ser viviente -animal o vegetal- genera basura en el planeta. Somos una sociedad altamente consumista y desde ahí debemos de asumir el problema. A las famosas tres R de la ecología (reducir, reutilizar y reciclar) ahora se le agregan dos más: rechazar y reparar. Esto significaría pensar dos veces antes de adquirir un nuevo producto.
Debemos profundizar en dos de estos conceptos que son fundamentales para generar nuevos hábitos de consumo: Reducir y rechazar. Evitar la bolsa de plástico cuando hacemos una compra, utilizar envases retornables en algunos productos, preferir el papel o el vidrio antes que el plástico o priorizar en los productos frescos antes que los congelados que invariablemente implican más empaques y desperdicios.
En mi casa y en familia aplicamos un principio básico fundamental: Separamos lo orgánico de lo inorgánico. Esta práctica nos ha permitido enfocarnos a reducir al máximo el volumen de lo inorgánico. Si la cantidad de desecho orgánico crece cada día más no es ya para nosotros un problema, al contrario, es una aportación para nuestros jardines porque la convertimos en composta. De esta forma, la “basura real” que sale de casa es toda inorgánica, relativamente limpia y con posibilidad de reutilizarse o reciclarse. No es grave olvidar sacarla algún día.
¿Qué ventajas tenemos con todo esto?
Consumimos productos más frescos y sanos, obtenemos composta para alimentar nuestros jardines y reducimos al máximo el volumen de basura inorgánica que sacamos una o dos veces por semana, sin malos olores. Nos convertimos potencialmente en una pieza clave para la simplificación y economización de la gestión municipal de la basura ya que reducimos en un 70% nuestros desechos domiciliarios y, al no estar mezclados con los orgánicos, tienen posibilidad de reciclarse o reutilizarse.
Podríamos con esto combatir un malestar público y mejorar la calidad de vida de la población mediante un ciclo ecológico vital. Si practicamos estos nuevos hábitos como ciudadanos podríamos ser partícipes del remedio definitivo de un gran malestar de la ciudad.
Sigamos conversando: juancarlosrojo@uas.edu.mx