Durante su visita en 2016 a México, el entonces candidato Trump, unificó a todos en su contra. Ya como presidente de EU, dejó muy claro su estilo personal de gobernar que ahora, en su segundo mandato, lejos de cambiar, se ha radicalizado aún más, si es posible. ¿Qué ha cambiado entonces? México y todo el mundo.
En 2018, Peña Nieto y su frivolidad, a pesar de algunos resultados positivos, logró fulminar al sistema político vigente y ponerlo en fase terminal. Iniciaba la era de AMLO y la 4T. Trump empatizó con AMLO durante dos años, no por cuestiones ideológicas, sino por el carácter autoritario de ambos gobernantes.
El sucesor de Trump, Joe Biden, tuvo que dedicarse de tiempo completo a intentar recomponer la vida interna de EU y a sus temas de política exterior, principalmente la invasión rusa en Ucrania. Nunca antes, un presidente estadounidense había descuidado tanto su relación con México. Aquí, se interpretó como debilidad y decadencia de Estados Unidos y dio paso a un descontrol absoluto de la agenda migratoria y al mayor crecimiento mundial de las organizaciones del crimen organizado en la historia reciente. La ruptura de la agenda bilateral fue casi total.
En el resto del mundo la geopolítica se complicó en casi todas las latitudes: el conflicto en Gaza, crisis migratoria y política en la UE, el Brexit en Inglaterra, guerra comercial de China, Putin en Rusia, crisis en Brasil, caos en Argentina y sin duda el problema más importante de todos fue la pandemia mundial del Covid-19.
La mayoría de estos asuntos fueron manejados con signos de debilidad del gobierno de Biden, quien no logró cerrar ninguno de ellos de forma satisfactoria, así se fue fortaleciendo la candidatura de Trump y su MAGA (Make America Great Again).
Este año, en EU y México, las campañas presidenciales tuvieron semejanzas interesantes; tanto Xóchitl como Kamala fueron producto de la incapacidad de sus partidos de presentar candidatos competitivos con discursos efectistas, pero sin rentabilidad electoral.
Al final se impusieron, tanto en EU como en México, dos gobernantes con todo el poder posible, pero con enormes asimetrías en su capacidad de conducción interna. EU tiene un Gobierno fuerte, con el consenso nacional de que la frontera con México es un desastre; ya no sólo en los temas migratorios, es en un problema real para su seguridad nacional. Por otro lado, México está desfondado en sus sistemas de inteligencia y por primera vez en seis años, enfrenta un escenario económico francamente sombrío producto de la pésima gestión económica del Gobierno anterior.
Ahora, cada vez con más frecuencia, escucho a muchos mexicanos decir que Trump “es la solución” a muchos de los problemas más graves de México. Ante la inseguridad fuera de control, bastaron dos manotazos del presidente electo estadounidense en la mesa y vimos resultados inmediatos en contra del crimen organizado; decomisos récord de fentanilo y a García Harfuch despachando en Sinaloa para frenar la violencia en el norte del país.
De igual forma, Sheinbaum Pardo ha reaccionado con un discurso y acciones concretas ante el reclamo de EU por la inexplicable tolerancia del Gobierno mexicano con la invasión de productos pirata provenientes de China y lo que Trump considera una política desleal al T-MEC, principalmente, con la industria automotriz. O se revierte esta situación o se termina el T-MEC.
Al margen de Las Mañaneras y su discurso populista y simplón, esta semana se dio el cambio más radical en nuestra política migratoria; se acepta la repatriación de los migrantes ilegales, pero se pide a EU que envíe a estos a sus países de origen. ¿No qué no?
@Pancho_Graue
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